miércoles, 31 de enero de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 1

Capítulo 1


Roberto y su mujer, Alicia, se encontraban cargando el equipaje de ella en el coche. Por fin le estaban dando la oportunidad de ejercer su profesión durante unos meses. Ambos se conocieron en la universidad, cuando estudiaban en Madrid. Roberto, no llegó nunca a terminar la carrera de Empresariales. Sin embargo, Alicia optó por Historia para más tarde especializarse en Arqueología. Durante el tiempo que coincidieron en Madrid, pues ambos eran del mismo pueblo Zamorano, mantuvieron una relación amorosa que aún perdura. Dada la poca oferta de trabajo sobre arqueología que había en ese momento, ambos decidieron volver a su pueblo natal: Fermoselle. Allí, con ayuda del padre de Alicia, pusieron un hostal rural para turistas en plena plaza del ayuntamiento. Siendo muy jóvenes, ella quedó embarazada de su primer hijo: Raúl. Catorce años más tarde llegó Rebeca. Su hija menor. 

Un año antes, una familia Italiana, contrató varias habitaciones de su hostal. A decir verdad, la gente de Fermoselle, por lo general, son muy acogedores y te tratan genial. Esto les gustó tanto a los italianos, que al año siguiente volvieron a hospedarse allí. Una noche, Paolo, el patriarca italiano, reservó una cena en el mismo hostal. Aquello no era un restaurante como tal, pero solían ofrecer comidas caseras a sus inquilinos, bajo pedido. En concreto, les pidieron dos tortillas españolas, varias raciones de croquetas, jamón serrano y queso. La misma Alicia se ocupó de prepararlo todo. La familia italiana, que consistía en Paolo, su mujer Bianca y sus dos hijas. La mayor se llamaba como su madre, Bianca. Su hermana de tan solo un año menos, se llamaba Doménica. Como decía, insistieron tanto a Roberto como Alicia y su hijo Raúl que se unieran a la cena. Además, ese día no había más clientes. Finalmente, aceptaron. Entonces, Paolo supo de la carrera de Alicia. Movió algunos hilos en su país, y meses más tarde fue contratada a modo de pruebas por un amigo suyo, también historiador. Así pues, con la aprobación de Roberto y su hijo mayor, aceptó la propuesta. De hecho, también había conseguido trabajo a Roberto en un hotel en Milán, para que pudieran estar más cerca. Pero este prefirió que Alicia se sintiera cómoda trabajando de lo suyo, y si todo iba bien, se mudarían todos. 

La familia entera viajaría hasta Madrid, para llevar a Alicia hasta el aeropuerto. Aunque el avión despegaría a las once y diez de la mañana, Roberto no tenía pensado volver ese mismo día al pueblo. Le había prometido a Raúl, que aprovechando que era Navidad, le enseñaría el centro de la ciudad y sus luces. Así que reservó una habitación en un hotel. Antes de pasar a la zona de embarque, se despidieron.

- Rober, cariño, ya has oído las noticias. No os demoréis en volver. –decía Alicia con un claro síntoma de tristeza por dejarlos allí.

- Nena… siempre pasa lo mismo. Parece que va a ser el apocalipsis por unos simple copos de nieve. Estamos acostumbrados. –sacudió la cabeza de su hijo- Además, le prometí que le llevaría a la Plaza Mayor.

- Dame un beso mi príncipe…-se dirigió a su hijo

- Joder mamá… te he dicho mil veces que no me llames así…-se quejó

- Oye…-se enojó-… y yo te he dicho mil veces que no hables así.


Se fundieron en un abrazo que Raúl, pensó que era una eternidad. Después, se agachó hasta el carrito donde estaba su pequeña Rebeca. Le dio tantos besos, que la mejilla se enrojeció. Terminó por hacerle llorar. Para que la cosa, no fuera a más, se despidió de Roberto con un beso y un abrazo y entró a la zona de embarque. Roberto no tardó en ponerse a los mandos del carrito, y se dirigieron hasta el metro. Algo que Raúl, que no había salido del pueblo, más allá de Zamora capital, al subirse al metro se sintió algo incómodo. Rebeca por su parte, se entretenía con un sonajero amarrado a la barra del carrito. Tras casi tres cuartos de hora, llegaron a la estación de Sol. Subieron en unos ascensores hasta la calle. Había tanta gente, que en un primer momento, Raúl se sintió mareado.

- ¿Qué pasa chaval? –preguntó entre risas su padre- ¿Mucha gente eh?

- Cállate –dijo malhumorado.


Visitaron, como prometió, los puestos navideños de la plaza mayor. Además, de los grandes centros comerciales. El chico, que comenzaba a acostumbrarse al bullicio, se sorprendía casi por cualquier cosa que el resto del mundo consideraba insignificante. 

- Papá…-llamó mientras no quitaba ojo a un Burger King-… ¿podemos comer ahí?

- Claro que si chaval…-se rio orgulloso-… ahora, no esperes gran cosa. La señora Dolores las hace mejores.


Pero estaba claro, que Raúl, un chaval de dieciséis años, que poco o nada había visto más allá de su vida rural, aquello le parecía fascinante. Nunca había sido caprichoso, y en cierto modo, casi era un alumno modélico en la escuela del pueblo. Así que, a Roberto, nunca le costaba premiarle con lo que en contadas ocasiones le pedía su hijo. Como era de esperar, la decepción al ver su esmirriada hamburguesa, y las patatas ultra congeladas, hizo que se acordase de las hamburguesas de la señora Dolores como le avisó su padre.

- Te lo dije chaval…-dijo triunfante

- Esto esta malísimo…-dio un bocado a la hamburguesa- tenías razón… pero bueno… hay hambre…


Roberto sonrió, porque en cierto modo, Raúl aparentaba ser más responsable que cualquier chico de su edad. Tras pasear toda la tarde por el centro, por fin decidieron ir hasta su hotel. Al pasar, notaron que hacía un calor excesivo y tuvieron que apagar la calefacción. Cuando por fin, sus dos hijos se durmieron, pudo relajarse viendo la televisión. Cansado, de ver en los telediarios asombrarse por una ola de frio sin precedentes, terminó por apagarla y dormirse. 

A la mañana siguiente, la alarma de su móvil les despertó. Eran las ocho de la mañana. Pero debían bajar a desayunar, ya que les entraba en el precio, y volver al aeropuerto. O más bien al parking, para recoger su coche y volver al pueblo. 

- Chaval, échame un mano, y cámbiale el pañal a Rebeca…-dijo mientras encendía la ducha

Sin rechistar, sacó del bolso del carrito un pañal nuevo y las toallitas. Le cambió el pañal, que no solo contenía aguas menores. Le sobrevino una arcada, ante la risa nerviosa de su hermana.

- Caca –decía la niña

- ¿Caca? –dijo con asco- ni las vacas hacen tanto… 

Una vez aseados todos, bajaron hasta el restaurante del hotel. Como era de esperar, nuevamente Raúl, se sorprendió al ver todas aquellas bandejas con todo tipo de dulces y cosas para comer.

- Es tipo buffet –le aclaró su padre

- Ya sé lo que es. –dijo ofendido.


Como si le fuera la vida en ello, se llenó un plato con magdalenas y cruasanes, mezclado todo con un huevo frito y dos lonchas de Bacon.

- ¿Te vas a comer todo eso chaval? –preguntó asombrado

- Tengo hambre –contestó mientras removía un vaso con cacao en polvo


Llegaron al parking del aeropuerto más tarde de lo que había previsto Roberto. Pero al fin se sentaban dentro y se marchaban a casa. Pero no podía ser todo tan fácil. Cuando dobló la primera esquina del parking, una gran cola de coches esperaban para salir. Maldijo en silencio, pues otra hora más allí, le costaría un dineral. Miró por el retrovisor, viendo como Rebeca se había vuelto a quedar dormida, y como Raúl jugaba o se mensajeaba, no lo sabía, por el móvil. 

- Oye chaval…-pretendía pincharle un poco-… al final no sé si tu novia es Eli o marta…


Raúl levantó la cabeza del dispositivo y con gesto cansado negaba con la cabeza.

- Venga chaval…-insistía-… puedes contármelo. Yo también he sido joven.

- Papa…-decía para cortar la conversación incómoda para el-… ni una ni otra. Aunque si fuera una de ellas, no te lo diría.

- Yo creo que es Eli…-intentaba disimilar su risa-… se pasa el día en el hostal

- Eli es mi amiga. Nada más. También viene Héctor y lo sabes. 

- Ahhh es verdad… entonces debe ser Marta. Vi como salía el martes de tu habitación.

- Vino porque tenemos un trabajo en grupo

- Si… un trabajo en equipo…-se rio exagerando la risa 


Los coches empezaban a moverse por fin. Cuando le tocó su turno, ya no le hacía tanta risa. La factura ascendía a otros treinta y seis euros más. Pagó con resignación, y se marcharon. Al salir al exterior, otro nuevo atasco les esperaba. El cielo se había vuelto de un color blanquecino, con toques grises. Los copos de nieve empezaban a caer de un modo lento. Aun eran pequeños. Cuando por fin pudieron incorporarse a la autovía, la nieve caía con más fuerza. Aunque nada preocupante. A pesar de llevar un vehículo adaptado para este tipo de situaciones, Roberto prefirió una conducción más precavida. Como era de esperar, a mitad de camino, Raúl también se quedó dormido. Bajó el volumen de la radio para no molestarlos, pero lo justo para poder seguir escuchando las previsiones del tiempo. Si el tiempo empeoraba, nadie contrataría habitaciones y por tanto, la recaudación del mes se vería severamente afectada. A medida que avanzaban el tiempo empeoraba. Varias rachas de viento hicieron que el cuatro por cuatro que conducía se balancease hacia los lados. La nieve, aun poco intensa, comenzaba a cubrir los campos y verdes por donde pasaban. Era una estampa, sin lugar a dudas, muy navideña. A pesar de haber hablado con su mujer la tarde anterior, no pudo contener sus ganas de llamarla. 

- Hola nena. –dijo nada más contestar

- Hola cari, ¿Qué tal estáis? –preguntó Alicia con voz cansada

- Bien. Ya estamos de camino. ¿Cómo va tu primer día?

- Todo protocolario. Presentaciones y más presentaciones. Lo más seguro es que mañana visitemos unas excavaciones cerca de aquí. Un primer contacto, digamos.

- Seguro que lo haces bien, nena.

- ¿Cómo está el tiempo por allí?

- Empeorando. Aunque nada grave. Unos pocos copos nada más. Nos quedaran unos cien kilómetros más o menos. Ya me he incorporado a la carretera. 


Mientras hablaban, en el kilómetro 77 de la 316, carretera secundaria que desembocaba en Fermoselle, una patrulla de la Guardia Civil les cortaba el paso haciéndolos parar. 

- Buenas tardes Roberto –saludó el guardia civil

- Hola Anselmo –contestó- ¿Ocurre algo?

- ¿Llevas las cadenas? –preguntó amistosamente

- Claro, siempre las llevo

- Pues haz el favor, Roberto, y ponlas. Está nevando mucho y cuando comencéis las curvas verás que está peligroso.

- No será para tanto Anselmo.

- Te aseguro que sí. 


A decir verdad, no se había percatado de la fuerza con la caían en ese instante los copos de nieve. Incluso el viento era más fuerte. A regañadientes, y con ayuda de Anselmo, colocaron las cadenas al vehículo. Para cuando terminaron, ambos estaban cubiertos de una capa de nieve sobre los hombros y cabeza.

- Ten cuidado –le advirtió el agente

- No te preocupes. 


Volvió a sentarse en su coche, y Anselmo le permitió continuar. Tal como le advirtió, al llegar a la zona de curvas, aquello era más peligroso. A los lados se amontonaba la nieve, como si un quitanieves hubiera pasado recientemente. Aun así, la estrecha calzada volvía a estar cubierta de nieve. La tormenta empezaba a ser más agresiva, y para colmo, el viento soplaba hacia su cristal delantero, haciendo que su visibilidad fuera reducida. Accionó los limpiaparabrisas, entre otras cosas, para que la nieve no se amontonase en ellos, y terminaran partiéndose por tanto peso. No sería la primera vez, pensó. A pesar de que habitualmente solo tardaba una media hora en llegar hasta su casa, les costó en esta ocasión una hora y diez minutos. Pero por fin, llegaron hasta el parking de la plaza. Despertó a Raúl, y entre los dos llevaron el carrito con Rebeca hasta el hostal. Enseguida, metieron leña en la chimenea, y lo encendieron para calentarse. También tenía calefacción de gas y luz, pero con el calor del fuego les sería más que suficiente, ya que no tenían ningún cliente alojado. Ni se les esperaban.


lunes, 15 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 27

Capítulo 27
La Abadía de Kylmemore

Tras aterrizar en el aeropuerto de Irlanda, Jimena tomó un taxi. Le indicó la dirección y el taxista, enseguida la llevó. Los verdes prados que inundaban el país, le parecían extraordinarios. Pasaron por infinidad de pueblos y recorrieron tantos kilómetros, que supuso que la broma del taxi le saldría cara. Mas si su excursión no era con el final deseado. A pesar de ser casi las cuatro de la tarde, comenzaba a oscurecer. El cielo, gris oscuro, auguraba una tremenda tormenta. Se había llevado ropa de abrigo, aun así, tenía frio. El taxista, le indicó que en veinte minutos llegarían. Su inglés no era bueno, pero suficiente para entenderle. Sin embargo, a veces le decía cosas, que no entendía. El seguía hablando, pero no le escuchaba. Tan solo quería llegar cuanto antes. A tan solo veinte minutos. ¿Qué pasaría? Por un momento, pensó en cancelar. Al igual que le pasó la primera vez que quedaron para cenar. Pero ya estaban allí. Las luces de un gran castillo estaban encendidas, así como las farolas que marcaban un sendero lleno de jardines infinitos. A decir verdad, era un precioso castillo. Se le escapó una sonrisa, al saber que podría volver a ver a Harold. Pero nerviosa. ¿Y si él no quiere verme? No era agresivo, pero… ¿y si solo era un papel lo que interpretaba? Fuera lo que fuera, necesitaba verlo por última vez. Aclarar sus ideas. Saber que sentía al volver a verlo. El taxi paró justo en la entrada principal del Castillo. Se asustó al conocer el importe del trayecto. Con desgana, sacó la cartera, y pagó. 
Allí se encontraba. Sola. Delante del gran pórtico. Para su sorpresa, en uno de los laterales, se encontraba un timbre con altavoz. Aunque lo había dejado hace tiempo, siempre llevaba un paquete de cigarrillos. Este era un buen momento para encenderse uno. Le dio dos caladas antes de llamar. Nadie contestaba. Volvió a llamar. Un minuto, y nadie contestaba. Antes de volver a llamar, la puerta se abrió. Mientras se abría, podía ver un extenso terreno verde, con fuentes y plantas decoradas a los laterales. Un hombre mayor, al que ya conocía, le atendió.
- Buenas noches –dijo el hombre en perfecto inglés, y con cara de cansancio- ¿Qué desea?
- Hola Sebastian –le dijo Jimena ante la cara impasible del mayordomo
- Oh… -la miró detenidamente de arriba abajo- … señorita Belda… no la había reconocido
- ¿Está aquí? –preguntó sin vacilar.
- ¿A quién se refiere, señorita Belda? –preguntó el mayordomo haciéndose el despistado
- No me jodas, Sebastian…-dijo apartándole para entrar
- Me temo que no puedo dejarla entrar… -se interpuso

Eso no fue suficiente para impedir que Jimena se adentrase. Caminó a paso acelerado hacia el interior. Sebastian le seguía con un paso menos rápido. La puerta estaba abierta, y entró a un gran salón. Era enorme. Miró hacia todas direcciones. Visitó todas las estancias de la planta inferior, en busca de Harold. No aparecía. Subió entonces, a la planta superior. Pasillos interminables, con habitaciones a ambos lados. Abría todas y cada una de ellas. Sebastian, había conseguido llegar hasta ella. La siguiente puerta que abrió, lo encontró. Era un despacho. Allí estaba el. Sentando tras una mesa, escribiendo algo en un ordenador portátil. No se sorprendió al verla.
- Lo siento señor, -decía un fatigado Sebastian- no he podido detenerla.
- No te preocupes, yo me ocupo. 

Ambos se quedaron mirando fijamente. Harold advirtió un resquicio de rabia en sus ojos. Parecía que de un momento a otro saltaría por encima de la mesa y lo atacaría. Esperó a que fuera ella quien diese el primer paso.
- Harold…-dijo-… o ¿debería llamarte Juan? 
- Juan murió hace bastante tiempo –contestó más serio que de costumbre
- Me engañaste…-replicó
- ¿Quién me está hablando ahora? ¿La profesora indefensa? o ¿la agente de policía? Porque diría yo, que tú tampoco has sido muy sincera. –recriminó
- ¿Sabes cómo lo he pasado estos meses? Ni te lo imaginas… -dijo aterrada, recordándolo
- Eso es cierto. No puedo imaginarlo. –le contestó
- Dime una cosa…-se acercó un poco a la mesa-… ¿me manipulaste desde el principio?
- Si –contestó al instante
- ¿Me llegaste a querer? –puso cara de enfado
- Si –volvió a contestar
- Entonces ¿Por qué me hiciste pasar lo que he pasado?
- Te prometí que no te pasaría nada, y así ha sido. De lo contrario, Prado, no te hubiera dado la tarjeta, y tú no estarías aquí.
- Muy ingenioso la frasecita…-se burló
- Sabía que me encontrarías. –contestó
- Ahora mismo tengo unas ganas enormes de saltar la mesa… -dijo
- Y ¿Qué te lo impide? –sonrió

Jimena, cambio la cara y soltó una carcajada. Harold se levantó, y Jimena corrió hacia él. Se lanzó a sus brazos y se besaron apasionadamente. 
- Que hijo de puta…-le dijo mientras le daba otro beso-… tenías razón. Se lo han creído todo. Ahora, no te voy a perdonar, que no me contases lo de la estación de metro.
- No podía arriesgarme. Sea como sea… ya estás aquí… ¿Cómo ha sido el vuelo? ¿Te has asegurado de que no te siguieran?
- No te preocupes…-le besó de nuevo-… enséñame el Castillo.



Te haré un castillo. Capítulo 26

Capítulo 26

El juicio.
7 meses después del atraco.

Hubo un momento en que Jimena ya no escuchaba nada. Dejaba que su abogado hablase y actuase en su nombre. Ambas partes exponían pruebas sobre su culpabilidad o inocencia en el atraco. Cada hora, el juez, prorrogaba por media hora el juicio para descansar. Entre la parte acusadora, se encontraba Andrés Cárdenas. Que siempre encontraba un resquicio para culpabilizar a Jimena. Le acusaba de mantener una relación con Harold y por eso fue la causante de la distracción que permitió a los atracadores hacerlo sin mayores problemas. Sin embargo, su abogado, increíblemente, también contrarrestaba esas acusaciones con pruebas físicas, que Jimena desconocía como las había conseguido. Eso le daba igual. El caso es que al final, el Juez dictaminase su inocencia. En uno de los parones, Jordi se acercó a la sala donde estaban ella y su abogado.
- Hola Prado…-saludó Jordi
- Secada…-le tendió la mano
- Nunca imagine que diría esto…pero gracias. –le dijo
- No siempre me pongo del lado de los malos…-le sonrió
- Estoy convencido de que Jimena es inocente. 
- Jimena –dijo el abogado- Jordi está siendo una buena ayuda en tu defensa. 
- Muchas gracias Jordi –le abrazó

El juicio se reanudó, y nuevamente comenzaron las acusaciones y presentación de pruebas…etc. Por un momento, Jimena, tuvo la sensación de que alguien la observaba. Entre los asistentes, había un hombre. Su corazón se aceleró pensando que era Harold. Cuando el hombre levantó la vista de su móvil, descubrió que no era él. En cierto modo se sentía decepcionada. Aun sentía algo por él. Aunque no sabía qué pasaría si se encontraba de nuevo frente a frente con Harold. Quizá le daría un puñetazo. O le comería a besos. De pronto, Prado le golpeó levemente en el hombro llamando su atención.
- Jimena –habló en un susurro- ¿pasa algo? 
- No, nada. Estaba despistada –seguía miranda al público.
- ¿Falta alguien de tu familia? Creo que están todos los que me pediste…
- Están todos. –contestó
- Señorita Jimena Belda –les interrumpió el Juez- después de toda esta presentación, acusaciones y demás… ¿Cómo se declara?

Prado le asintió con la cabeza.
- Me declaro inocente, señoría –contestó
- Muy bien. Ahora me voy a retirar para estudiar mi fallo. –se levantó- La próxima vez que nos reunamos, tendré preparado mi decisión. Nos vemos en una hora. 

En esa hora, Jimena y Jordi fueron hasta el bar más cercano. Era casi la una de la tarde y se encontraban hambrientos. Se sentaron en una mesa, y pidieron algo de comer. 
- Jordi, -dijo ella- Te agradezco todo lo que haces, y sobre todo tu apoyo. Pero quiero dejarte claro, otra vez, que no siento nada por ti.
- Te apoyo, porque creo que eres inocente. –dijo medio riéndose- Por cierto, Isabel y yo nos hemos reconciliado. Casi hasta me alegro de que rechaces. 
- Anda, mira…-sonrió por primera vez en meses-… pues me alegro. Ya verás cómo os va bien.
- ¿Y tú? 
- ¿Yo que? …-dijo expresiva-… ahora no tengo ganas ni tiempo de pensar en tíos, la verdad.
- ¿Le sigues queriendo?

De repente sintió que sus orejas y su rostro, tomaban cierto color rojo. No sabía que contestar. Ni siquiera si contestar.
- Venga Jimena…-dijo hablando como si fuera un secreto-…no soy tonto. Estabas coladisima por… por ese cabrón, hijo de puta…
- Jordi, por favor… -sentía vergüenza
- No… de verdad… no lo entiendo… -se le notaba enfadado
- Uno no elige de quien se enamora. Y si… -contestó valiente-… aún siento algo por ese cabronazo. Pero te juro, que como le vuelva a ver… -frunció los labios y los puños
- ¿Sabes algo de él? 
- ¿Me estas interrogando comisario?
- Solo me preocupo por ti…
- No. No he sabido nada desde entonces. 
- Mejor así. Rehaz tu vida. El juez te declarará inocente. Serás readmitida en el cuerpo, y podrás conocer a más gente.

En cierto modo tenía razón. A pesar de haber estado ausente durante el juicio, sabía que no tenían nada concluyente contra ella. Pero la duda la mataba. Tras comer con Jordi, volvieron al juicio. Esperaron a que el Juez llegase. Las manos le temblaban al igual que todo su cuerpo. Prado la tranquilizó. El Juez se sentó en su lugar, y dio unos rápidos vistazos a varios documentos. Todos estaban expectantes. Jimena miró de reojo a Andrés Cárdenas. El también parecía más nervioso que de costumbre. Tras dos largos minutos, el juez cerró la carpeta.
- Señorita Jimena Belda –comenzó- se le acusa de cómplice de atraco y de las muertes de Arturo Gil, la Jueza Vanesa de Miguel y el ex comisario Blas Gonzalez.

Ahora si estaba bien asustada y nerviosa.

- Coincidirá conmigo, que fue una imprudencia por su parte, no avisar a sus superiores del posible conocimiento del desaparecido Juan Abellán. Además de eso, considero que también fue imprudente, infiltrarse sin el conocimiento del Comisario Jordi Secada, en la banda de atracadores. 

Aquello no tomaba buen color para Jimena que notaba como su corazón le saldría por su boca de un momento a otro.
- El agente Andrés Cárdenas, del departamento de Inteligencia, denuncia su supuesta colaboración con los atracadores. Sin embargo, no ha presentado pruebas firmes que corroboren esa acusación. Por otro lado, su abogado, el señor Prado, si ha presentado pruebas que demostrarían su inocencia. Por tanto, creo firmemente, que usted fue manipulada para dar información falsa sobre el atraco y crear una distracción. La declaro inocente de los cargos. Desde este momento, le retiro el arresto domiciliario. Le devuelvo su pasaporte, y será readmitida en el cuerpo nacional de policía. Muchas gracias.

Jimena se quedó inmóvil. Le habían declarado, por fin, inocente. No sabía si llorar, o saltar de alegría. Miró hacia sus padres que se abrazaban, celebrando el veredicto. Prado, se levantó e insistió a Jimena a levantarse. 
- Enhorabuena –le tendió la mano- Te veo en un rato en la sala. Aun debemos firmar algunos documentos. Ahora celebra con tu familia.
- Muchas gracias –en vez de darle la mano, se abrazó a él. Incomodo, se dejó llevar por la emoción de su cliente.

Sus padres se acercaron y se fundieron en un abrazo. Jordi la esperaba un poco más alejado. Esperó a que celebrase con sus padres. Después le dio la enhorabuena.
- ¿Ves? Te lo dije. No tenían nada. –dijo triunfante.
- Gracias Jordi
- Por tu incorporación no te preocupes. Por en orden tus prioridades, y cuando estés lista, te esperaremos. 

Jordi se marchó dejando allí a Jimena con sus padres.
- Es muy guapo –dijo su madre
- ¡Mamá! –gritó
- Este te conviene más que el otro…-puso cara de asco
- ¡Está casado! –gritó de nuevo, conteniendo una carcajada
- Bueno…quizá no…-dijo riéndose la madre.


Cuando se vacío aquella sala, se acercó donde le esperaba su abogado. Era una sala de espera pequeña, donde hacían los descansos de media hora. Allí estaba el, terminando una llamada. Al verla llegar, colgó al instante.
- De verdad, no sé cómo agradecerle todo…-dijo Jimena- le juro que pagaré hasta el último euro que le debo.
- No se preocupe por eso Jimena. –dijo el abogado sacando unos documentos para firmar- Firme estos documentos para el juez, y será libre.
- En serio, pienso pagarle sus honorarios, aunque me cueste mil años. –decía mientras firmaba los documentos.
- Mis honorarios están cubiertos. No debe preocuparse por eso. –le informó- La única condición que le impongo, es que mantenga esto en secreto. Nos conviene a ambos.
- ¿De qué está hablando?
- Tengo otra cosa para usted –le tendió una tarjeta con algo escrito a mano- Le recomiendo que se olvide de todo. Igual que haré yo después de que salga por esa puerta. 
- ¿Qué es esta tarjeta? 
- Disfrute de su libertad –dijo mientras se marchaba.

No se podía creer que Harold tuviera algo que ver también en el juicio. Algo que la enfadó sobremanera. Observó la tarjeta, y supo enseguida de quien se trataba. Era de él. No cabía duda. Se guardó la tarjeta y salió en busca de sus padres. 
- Venga, te llevamos a casa. –dijo su padre
- Mejor me voy en metro. –dijo ella
- De ninguna manera. –ordenó su madre
- Necesito estar sola un rato. –le dijo mientras les daba un abrazo y se metía en la boca de metro.

Ya en el vagón, sacó la tarjeta. La leyó una y otra vez. Ya en su soledad, podía pensar en Harold sin nadie que le dijera que no le convenía. Recordó la primera vez que quedaron en el parque, y el día que pasaron andando por la ciudad, comiendo y bebiendo. Su primer beso en el templo de Debod. Nunca sabría si él la quiso de verdad. Ahora era momento de llorar por él, y pasar página. Una señora, que se encontraba sentada a su lado, leyó la nota.
- Muy bonita la frase que te ha escrito tu novio –le dijo la señora
- ¿Disculpe? –preguntó extrañada
- La frase de la tarjeta. –le señaló- Debe ser un hombre culto.
- ¿Ya había leído esto antes? –preguntó intrigada
- Claro que sí. Es una bella y triste historia. 
- Continúe por favor…-dijo interesada
- En 1867, Mitchell y Margaret Henry, un matrimonio de Manchester, que se habían vuelto ricos de un día para otro. Paseaban a caballo cuando ella le dijo: “Me encanta Connemara, hazme una casa aquí, Mitchell”. Mitchell respondió: “No te haré una casa, querida, te haré un Castillo”.

Aquello la dejó con la boca abierta. En todo este tiempo, Harold le había estado dejando pistas. 
- ¿Y le hizo un castillo? –preguntó 
- Por supuesto, construyeron el Castillo de Kylemore –contestó la mujer
- ¿Quién es usted? –preguntó desconfiada 
- Soy profesora de Historia, chica. No se ponga así… -dijo la mujer asustada, y levantándose

Te haré un castillo. Capítulo 25

Capítulo 25

La verdad.

Jordi y Andrés llegaron al lugar del atraco. En las inmediaciones del Banco Central de España, había un amplio dispositivo policial. Diversas cadenas de televisión y radio, ya se había hecho eco del suceso e invadían el lugar. Un agente les acompañó hasta el interior del banco. Dentro también se encontraban multitud de policías, y gente importante del mundo de la política. Bajaron unas escaleras hasta la primera sala. Unos barrotes impedían poder entrar, pero eso no les detuvo. Pasaron esa barrera, ahora abierta por funcionarios del banco, y se adentraron en la mayor cámara de seguridad del país. Vacía. Con un enorme agujero al fondo. El agente que los acompañaba, les iba relatando.
- Sinceramente, me parece una puta obra de ingeniería. –decía
- ¿Cuánto se han llevado? –preguntó Jordi
- La cifra exacta se desconoce, pero según los registros, mil quinientos veinte millones de euros en billetes de cincuenta y de veinte. Lo peor de todo es que es una reserva pendiente de marcar. Tan solo el director del banco y el responsable de la casa de moneda y timbre conocían de la existencia de este dinero. Pero no es todo, también se han llevado casi una tonelada y media de oro. 
- ¿Cómo? –preguntó atónito Andrés- ¿Cómo es posible que se hayan podido llevar todo eso?
- Aquí viene lo interesante, acompáñenme –les indicó

Se adentraron al hueco que habían hecho los atracadores. Tenía una altura de un metro y medio aproximadamente. Aquello los dejó perplejos. El túnel estaba bien iluminado y tabicado. 
- ¿Hacia dónde lleva? –preguntó Jordi
- Pues es muy curioso…-dijo casi con más admiración que horror

Caminaron por el túnel, de alrededor de unos tres kilómetros. Tenía subidas y bajadas. Prácticamente en línea recta todo el trayecto. Cuando llegaron hasta el final del túnel, lo que veían no se lo podían creer. Estaban ante una estación de metro abandonada. Tenía aspecto antiguo. 
- Es una antigua estación de metro. Según hemos podido averiguar, nunca se inauguró. Ni se terminó. Casi fue más una estación de tránsito para los trabajadores, que otra cosa. Lo que se desconoce, es porque nunca se registró en los planos. Se está buscando al ingeniero y a los trabajadores de entonces, para interrogarlos.
- Vale, sacaron el dinero y el oro por aquí. Esto les llevaría mucho tiempo. Además, luego tienen que sacarlo al exterior de alguna manera. –decía Andrés
- El túnel, calculo que les llevó meses. Más con esa precisión. En cuanto a cómo sacaron de la estación el botín, suponemos que por las vías. 
- ¿Por las vías? –preguntó boquiabierto Jordi
- Si, si os fijáis, los raíles están marcados recientemente. Lo que desconozco es como consiguieron un vagón. 

Caminaron por las vías, iluminándose tan solo con unas linternas. Les costó casi media hora llegar hasta un parking de vagones. El muro que separaba ese parking con la vía, estaba derruido. Un vagón, supuestamente, el utilizado para escapar, se encontraba destrozado por la parte delantera. Habían estrellado el vagón contra el muro. Desde ese parking, consiguieron cargar sin ningún tipo de problemas los vehículos con el dinero robado. 
- Jordi…-le dijo Andrés, algo más calmado-… nos la han colado pero bien. 
- Soy el único responsable. –le dijo- Jimena, tan solo…
- Jordi…-le interrumpió-… ¿has considerado que esa agente te estuviera mintiendo todo el rato?
- Todo parece indicar que sí. Pero no estoy seguro. La conozco…-no sabía que decir.
- Dejemos todo eso a la justicia. Ahora centrémonos, en encontrarlos. El Presidente tiene un cabreo de cojones.

Los días siguientes al atraco, fueron una locura para Jordi y toda la comisaria. Había reuniones interminables. Los agentes de campo, doblaban turnos, intentando encontrar a aquellas personas. A sabiendas que ya estarían lejos de España. Aun así, el Presidente quería resultados, y lo peor de todo. Culpables. Jimena, a pesar de no estar en prisión, el arresto domiciliario era insoportable. Tenía siempre dos agentes en la puerta de su casa. Si bajaba a comprar, la gente la miraba como si fuera la culpable. En cierto modo lo era, pero ella no fue quien robó todo aquello directamente. En la televisión no se hablaba de otra cosa. Ya lo estaban declarando como el robo más grande de la historia. En cuanto a los ladrones, no hubo manera de encontrarlos. 
Jimena, miraba las fotos de su móvil, con Harold. Sentía mucha rabia. Además de la incógnita, de cómo supo que lo delataría. No le dio indicios. Aunque era peor otro sentimiento. Lo echaba de menos y eso era casi peor que la hubiera engañado. Encima, tenía a Jordi todo el día pendiente de ella. Ya le había dejado claro que no sentía nada por él, pero no se daba por vencido. Sus padres la visitaban a diario para consolarla. No les ocultó nada. Así que sabían de su relación con Harold. Aún quedaban meses para el juicio, pero el abogado que se haría cargo de su caso, trabajaba sin cesar. Fue el mismo abogado quien la contactó. Decía que su caso era particular, y que no se preocupasen por las costas. Era más bien como un reto personal, le indicó.
En comisaria, Jordi y Andrés trabajaban codo con codo. A pesar de sus diferencias, el objetivo común era lo que les unía. En un tablón, habían recreado minuciosamente todo lo relacionado con el atraco. Las fotos de los implicados junto a una breve descripción colgaban del tablón. Eran los supuestos atracadores, pero no tenían la certeza ni pruebas de que hubieran sido ellos, más allá de que habían desaparecido del mapa. Una mañana, Jimena fue llamada a un interrogatorio. Esperaba dentro de la sala donde había visto tantas veces entrar a delincuentes. Se sentía una de ellos. Jordi y Andrés entraron. Parecían más serios.
- Buenos das Jimena –le saludó Jordi- ¿Qué tal estas?  
- Regular…-contestó ella
- Bien, podemos empezar –dijo Andrés cortante.
- Sin problema –aclaró ella
- Sé que nos has contado esto ya muchas veces… pero tiene que haber algo que se nos escapa. –decía Andrés- ¿Dónde conociste a Harold Bryne?
- En el centro comercial –contestó
- ¿Cómo fue?
- Era navidad, y me había tomado unos días de vacaciones. Fui a comprar algunos regalos. Al ir a pagar, mi tarjeta me empezó a dar problemas. Entonces apareció Harold. Se ofreció a pagar mis compras. 
- ¿No te pareció raro?
- Pues claro que si…-advirtió ella
- Bien...entonces, se ofreció a pagar tus compras ¿sin recibir nada a cambio?
- Bajamos al cajero más cercano. Tampoco me funcionaba. Así que, supongo que aprovechó para intentar acercarse a mí. 
- ¿Crees que sabía que eres policía? –preguntó esta vez Jordi.
- En ese momento, creo que no lo sabía. Le dije que era profesora.
- ¿Se lo creyó? –preguntó Andrés que se intercalaba con Jordi en las preguntas
- Pues no lo sé.
- Según el informe, ese día comisteis juntos. ¿de qué hablasteis?
- Pues nos empezamos a conocer… no recuerdo bien. Sobre nuestros gustos, aficiones…
- Después de esa cita ¿volvió a contactar contigo?
- No. Fui yo quien le llamó. 
- ¿Para qué?
- Para devolverle el dinero.
- ¿Nada más?
- Evidentemente no
- Entonces tenías un interés amoroso para con el…
- Sí, no lo niego.
- ¿En algún momento te mencionó a Arturo Gil, Vanesa de Miguel o Blas Gonzalez?
- No
- ¿Te dijo a que se dedicaba?
- Estaba en España para intentar firmar contratos de exportación para su empresa de Whisky
- En la primera reunión con Inteligencia, usted se comportó de una manera extraña cuando vio el retrato robot. ¿Por qué no informó a su superior de que estaba saliendo con una persona idéntica? –preguntó Andrés 
- Porque a nadie le gusta ver la cara de su novio en un retrato robot de la policía.
- ¿Se da cuenta Jimena, que podríamos haber cogido a ese delincuente de haberlo contado antes?

En ese momento, Jimena se derrumbó. Si ya de por sí, se sentía culpable, ahora Andrés la estaba hundiendo más. Jordi, le hizo un gesto a Andrés de que parara.
- Lo siento Jimena, -se disculpó sin dejar de lanzar una mirada furtiva a Andrés- pero es parte de la investigación. Y por desgracia tu estas implicada. Conoces el procedimiento.
- Lo se…-dijo con los ojos húmedos
- ¿Podemos continuar?
- Adelante…-Jimena tomó aire
- ¿Cómo descubriste que Harold Bryne tenía un plan de atraco?
- Después de la reunión, le mandé un mensaje para quedar. Cenamos juntos, y le pedí que me llevara a su hotel. Me dijo que no estaba en ningún hotel, que su familia disponía de una casa en Madrid y había decidido aprovecharla. De madrugada, encontré una llave que abría una habitación. La única que tenía cerradura en toda la casa. Allí dentro vi planos de edificios, ordenadores…móviles… además de como perforarían la cámara de seguridad. Pero está claro que no era ese banco el que iban robar. Me descubrió espiándole, y tuvimos una fuerte discusión.
- ¿Crees que cambió de plan al descubrirte?
- Supongo que sí.
- ¿No actuó raro? ¿no fue violento?
- En absoluto…-recordó aquella escena
- ¿Conociste en persona a alguno de los implicados?
- A todos. O eso creo. 
- ¿Dónde fue?
- En el sótano de un bar, la dirección está en el informe
- ¿Y ninguno dio muestras de que cambiarían el plan?
- No. No. Todos sabían perfectamente lo del banco Suizo. No noté indicios de que mentían.
- Joder Andrés… ¿no te das cuenta que lo tenían todo preparado? Esta chica es otra víctima más de esos delincuentes.
- Es todo. –cerró la puerta y dejó solos a Jimena y Jordi

Hubo unos minutos de silencio. Jimena ya se estaba haciendo a la idea de que había sido engañada. Que había sido utilizada desde el momento en que se conocieron. Ahora solo le preocupaba lavar su imagen saliendo inocente.



Te haré un castillo. Capítulo 24

Capítulo 24

La noche del atraco.

Llegó la noche. Estaba todo preparado. Habían colocado cámaras por toda la calle y en el interior del banco. Además de un centenar de agente vestidos de calle. Un grupo de asalto escondido en furgonetas. En otra de ellas, se encontraban Jimena y Jordi, además de otros agentes, vigilando a través de varias pantallas lo que ocurría en el exterior. Aún quedaban tres horas, según la versión de Jimena. No podían levantar sospechas, y que alguno del equipo de Harold se diese una vuelta de reconocimiento para vigilar la zona. Jimena recibió un mensaje de Harold. Le decía que no se preocupara, que todo iba a salir bien. Que en cuestión de horas, estarían lejos de ahí, disfrutando de unas largas vacaciones. Jordi miró de reojo.
- ¿Es él? –preguntó 
- Si. Parece que ya están preparados. No sospecha nada. –contestó ella
- Contesta de todas formas. Que se quede tranquilo. –ordenó

Ella obedeció. A pesar de todo, Jordi seguía siendo su superior. Le contestó tranquila, y a decir verdad, muy sinceramente. “Ya lo sé amor, tened cuidado. Te espero impaciente. Te quiero.”
Harold escribió de nuevo con un simple: te quiero.
El tiempo pasaba relativamente lento. Miraban incesantes las pantallas, vigilando con esmero cada movimiento. Casi como un reloj suizo, dos furgonetas blancas hicieron aparición. El edificio contiguo tenía una puerta de vehículos, que se abrió casi al instante de la llegada de las furgonetas.
- Equipo beta –informó Jordi desde un walkie- atento, las furgonetas ya han llegado. Equipo Alpha ¿Algún movimiento en el interior del banco?
- Negativo señor –contestó el equipo Alpha
- Recibido, equipo Alpha. –contestó Jordi- Estad atentos, si todo va según lo planeado, en cuestión de una hora, podrían terminar de perforar la cámara.

Pasaron unos minutos, y Jordi habló con Jimena.
- Hemos investigado el edificio, -dijo mirando un plano- este hijo de puta lo tiene todo planeado. No levantaría sospechas, porque está a nombre de una de sus empresas. 
- Ya te lo dije. –afirmó

Afuera, una de las furgonetas entró dentro del edificio contiguo, y la otra se aculó bloqueando la puerta con las puertas abiertas. Evidentemente, para cargar lo que tenían pensado robar. Nadie hablaba por la radio. Todos expectantes a las órdenes de Jordi. Aún tenían una hora para que consiguieran entrar en la cámara de seguridad. Justo en la misma puerta de la cámara, por el lado exterior, esperaba un grupo armado de la policía. Jimena se encontraba muy nerviosa. 
- Señor –dijo un agente por la radio- están descargando herramientas del furgón número dos.
- Recibido Beta –contestó Jordi- esperad a mis órdenes, debemos esperar a tenerlos dentro de la cámara. Repito, debemos detenerlos dentro de la cámara.
- Afirmativo –dijo Alpha y Beta a la vez

Jordi empezaba a impacientarse. Cambiaba constantemente las cámaras. No quería perderse nada. Alternaba las del exterior con la del interior del banco. Observaba el reloj. No tenía la certeza de cuanto se tardaba en perforar una cámara de seguridad de un banco, pero sí que les resultaría complicado. 
- ¿Algún movimiento en interior? –preguntó Jordi por radio
- Negativo señor –contestó por el mismo método
- Avísenme si escuchan algo –ordenó
- Recibido 

Jimena comenzaba a tener sudores fríos y le temblaba una pierna. ¿Qué pasaría cuando descubriese que lo había delatado? Por un momento temió por su vida. Sabía de las influencias que tenía, y comenzó a sentirse demasiado incomoda.
- ¿Estás bien? –preguntó Jordi al verla pálida
- Represalias… -contestó
- No te preocupes, te protegeremos. –le dijo animándola

Casi había cumplido ya los sesenta minutos. Afuera, en la calle, una de los furgones, cerró las puertas y se disponía a marcharse.
- Pero… ¿Qué cojones…? –dijo Jordi- Atención, atención, a todas las unidades…-llamó por radio-… hay movimiento. Una de las furgonetas se va. 
- Esperamos instrucciones, señor –contestó alpha
- Detenerla –ordenó

Un equipo de asalto, escondida en un vehículo, les cortó el camino interponiéndose delante. Los agentes, pistola en mano, salieron y apuntando al conductor le ordenaron bajar. Todo lo estaban viendo desde la pantalla, Jordi y Jimena. Al ver al conductor, Jimena sabía que algo no iba bien. No era ninguno del equipo de Harold. Los agentes abrieron las puertas del  furgón.
- Señor –llamó el equipo por radio- no hemos encontrado nada. Solo productos de limpieza.
- Entrar en el edificio –ordenó- Los del interior, abrid inmediatamente la cámara.

Desde una cámara móvil de uno de los agentes, podían ver qué pasaba en el interior. Al abrir la puerta, todo estaba en orden. No había agujero, ni nadie intentado perforarla. El equipo que entró en busca de la segunda furgoneta, informó de que solo estaban cargando unas sillas y mesas de oficina. Los empleados tenían cara de miedo y susto. Ya que los habían puesto contra la pared y los registraban. 
- Mierda Jimena –le miró enfurecido- mierda… ¿Qué cojones ha pasado?
- No lo sé Jordi…-estaba aterrorizada.
- ¿Seguro que era hoy? ¿Seguro que era aquí? –le gritó llevándose las manos a la cabeza
- Jordi, estuve en la reunión previa. Te juro que… -no entendía nada.

En esos momentos, Andrés Cárdenas, entró en la furgoneta. Con cara de pocos amigos y dando un severo puñetazo a la mesa de los monitores. 
- Andrés…-dijo Jordi-… no sé qué cojones ha pasado…
- ¿Es ella? –preguntó brusco
- Si…-dijo confundido
- Agentes…-ordenó-… llévesela. Agente Jimena Belda, queda detenida. 
- No –dijo Jordi- respondo por ella.
- Secada…-le amenazó con un dedo-… usted será el siguiente, como siga…

El móvil de Andrés sonaba con insistencia. Terminó contestando. Al finalizar la llamada, se dirigió a los dos.
- Hemos registrado la vivienda que la agente Belda nos indicó. Allí no hay nada. Ni siquiera está a nombre de ninguna familia Irlandesa. Pertenece a una familia española, que se encuentra de vacaciones en Ibiza. 

Una nueva llamada, le interrumpió. Esta vez, la noticia que le estaban dando, cabreó mucho más a Andrés. Se llevó la mano al pelo, y respiró fuerte.
- ¿Cuánto? –preguntó por teléfono- Me cago en mi puta vida… ahora vamos.
- ¿Qué pasa? –preguntó Jimena
- ¿Qué pasa? –estuvo a punto de agredirla- ¿Qué pasa? Que a partir de ahora, se le añade el cargo de cómplice de robo. 
- ¿Cómo que cómplice? –preguntó Jordi desafiante
- Jordi, me cago en la puta, piensa un poco más con la cabeza y menos con la polla –le inquirió- esto es una distracción. 
- ¿Qué han robado? –preguntó sabiendo que llevaba razón
- Vámonos. –le ordenó

Mientras Jimena era llevada detenida, sentía que su vida se iba por un precipicio. En cierto modo, sabía que se lo merecía. Ahora le tocaba demostrar que ella también fue engañada. Como había sido engañado todo el mundo. Antes de subirse al vehículo oficial, Jordi le lanzó una mirada tranquilizadora. A fin de cuentas, él había sido quien confió en ella. Sabría como sacarla de este problema. 

sábado, 13 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 23

Capítulo 23

Lo correcto

Nada más salir del metro, telefoneó a Jordi. Le urgía hablar con él. Sentía que podía confiar en él. Este le dijo, que aún estaba en su despacho. Así que entró en el edificio, y se registró. A pesar de trabajar allí, en horas no laborales, debían registrarse como visitantes. Subió hasta la primera planta, y fue directamente al despacho de Jordi. Allí estaba, comiendo comida china que había pedido al restaurante más cercano. 
- ¿Pasa algo Jimena? –preguntó atónito
- Comisario…-se la notaba nerviosa
- Tranquila… -se levantó y la ayudó a sentarse
- No sé cómo empezar… -la tensión acumulada hizo que rompiera a llorar.
- Lo primero es tranquilizarse. –se colocó de rodillas preocupado.
- ¿Se acuerda cuando en aquella reunión me notó rara? –preguntó
- Sí, me acuerdo. Un problema familiar, me parece –no entendía
- No era del todo cierto…-confesó
- Necesitas calmarte, Jimena. Voy a traerte una pastilla –dijo mientras abría un cajón
- No, no quiero pastillas. –dijo
- De acuerdo. –tomó su silla y rodeo su escritorio para ponerse a su lado- tómate tu tiempo. 

Se moría de ganas por confesarle todo lo ocurrido con Harold. Pero por alguna razón, no conseguía aclararse. Por un lado, cada vez que recordaba a Harold y su historia de amor con él, lo impedía. Pero por otro, dada su profesión, debía hacer lo correcto y denunciarle. Jordi la miraba impaciente. No era tonto. Además, estaba dispuesto a sacarle la información que venía a proporcionarle, fuese lo que fuese.
- ¿No será por mi proposición del otro día? –preguntó preocupado
- No es eso. –dijo secándose los ojos- No sé cómo empezar. Incluso me da hasta vergüenza.
- Si tienes un problema, puedes contar conmigo. –dijo sincero
- Hace unos meses, conocí a un hombre –empezó
- Me parece bien… -contestó
- Comenzamos una relación. Es cierto que es un hombre extraño, pero ¿Quién no lo es hoy en día?
- Sinceramente, Jimena, no entiendo nada. –dijo dubitativo
- Quiero decir, que esa persona, no es lo que aparenta. 
- Sigue…
- El otro día cuando tuvimos la reunión con Inteligencia, el retrato robot que sacó…
- Sigue…
- Pues se parece mucho. Incluso diría que es el. 
- ¿Quién? ¿Juan Abellán? ¿Tienes una relación con Juan Abellán? –aquello le alertó
- Por favor Jordi, bastante mal lo estoy pasando ya…
- Perdona Jimena, pero si conoces a ese hombre, debo saberlo
- Bueno, pues ese día quedé con él como otras veces. Solo que traté de que me llevara a su casa. Traté de sacarle más información.
- ¿Lo conseguiste?

Jimena se volvió a romper. Asintió la cabeza para confírmaselo.
- ¿Qué has averiguado? ¿Quién es ese hombre?
- Se llama Harold Bryne, al menos eso dice su pasaporte. 
- ¿Tienes alguna foto con él?

Sacó su móvil y le mostró una de las fotos que se hicieron en su primera cita.
- Joder Jimena… -abrió los ojos de par en par al compararla con el retrato robot-… son idénticos. Tenemos que interrogarle
- Espera… ahí más…-dijo antes de que llamara por teléfono
- ¿Qué más sabes?
- Jordi, me gustaría pedirte un favor…-se levantó-… todos me mirarían mal si supieran que este señor ha sido mi novio.
- No te preocupes por eso –la tranquilizó
- Como te digo, hay más…-le miró excesivamente seria
- Dime
- Este hombre, tiene un plan para robar un banco. El banco donde estaba como director Arturo Gil. 
- ¿Tienes pruebas?
- No he podido recoger pruebas  físicas, pero te puedo contar todos los detalles. Los implicados. Sus nombres. Todo.

Aquello dejó perplejo al comisario. Que la miraba desconfiado, pero pensativo.
- Ya entiendo…-dijo sentándose-… quieres que los pillemos. 
- Así es Jordi…
- Empieza a relatarme todo. –le ordenó


Estuvieron casi dos horas estudiando el plan de Harold. Jordi la miraba orgulloso. Aunque se había puesto en peligro al infiltrarse por su cuenta, tenían un caso casi resuelto antes de que se cometiera el crimen. Esa misma noche, Jordi puso en conocimiento al agente Andrés Cárdenas, de Inteligencia. El día del atraco seria al día siguiente por la noche, y deberían preparar todo el dispositivo para detenerlos. Si los detenían en pleno proceso, no necesitaban más pruebas para encarcelarlos de por vida. Notó que Jimena estaba más triste a medida que pasaban las horas. Entendía perfectamente, que se sintiera culpable de delatar a la persona que amaba. Incluso sentía lastima por ella. Quizá sería mezquino por su parte, pero podría ser una oportunidad para él. Desde que se separó de Isabel, debido a las infinitas horas que pasaba en la oficina, no se había fijado en ninguna otra mujer. Pero Jimena, le llamó la atención enseguida. Le encantaba las pecas que asomaban en su cara. Le daban un aire inocente que le gustaba. Eran casi las cuatro de la mañana, y se acercó a ella con un café.
- Muchas gracias…-dijo ella sujetando el vaso caliente con las dos manos.
- Esta casi todo listo. –dijo el mirándola pensativa- Jimena… has hecho lo correcto. Todos los datos que nos has dado, parecen fiables. Todo cuadra. Quería venganza. Matar a las personas que le arruinaron la vida. Además de llevarse un dinero que no le pertenece. 
- Lo se Jordi…-dijo apenada-… solo que estoy decepcionada. 
- Con respecto a eso… -no sabía cómo sacar el tema-… sé que no es el momento, pero quiero que sepas, que puedes contar conmigo…
- Eres insistente…-le miró con media sonrisa
- Disculpa de nuevo…-se sintió avergonzado

Después del café, Jordi la mando descansar. Al fin y al cabo, seguía infiltrada, aunque no era parte participativa del robo. Su misión era esperar a Harold en un lugar indicado, para escapar juntos. Al llegar a casa, encendió la ducha. Necesitaba darse una ducha bien caliente. Estaba muy dolida, y lloró largo y tendido bajo el agua. No tardó en acostarse. Dormirse, le costó mucho más. Esa misma noche, vería como se llevaban detenido a Harold. No le agradaba la idea ni mucho menos. Sentía rabia de sí misma, por haberse enamorado de aquel hombre. Pero también arrepentida de haberle delatado. Aun lo quería. Por un momento pensó en advertirle. Aunque la sola idea de convertirse en cómplice, le aterraba. Más después de todo el operativo que habían montado. A quién podrían llevarse detenida era a ella. Fuese cual fuese el final, perdía. 

Te haré un castillo. Capítulo 22

Capítulo 22

Reanudación

Esa noche Jimena la pasó en casa de Harold. A pesar de haber compartido cama, ambos evitaron tocarse. Tampoco hablaron. Aunque aquella tranquilidad, les apaciguó lo suficiente. Era de día, y cuando Jimena se despertó, descubrió que Harold no estaba en la cama. Se lavó un poco la cara en el baño del dormitorio. Abrió la puerta, y el silencio era abrumador. Caminó hacia las escaleras, y se detuvo por delante de la habitación prohibida. La discusión de anoche, aun hacia mella en ella. Sin embargo, al abrirse Harold sobre sus sentimientos, se notó más cómoda. Aun se debatía entre hacer lo correcto o lo que dictase su corazón. Escuchó pasos por detrás. Era Sebastian.
- Buenos días Señorita Jimena –saludó el mayordomo- ¿Qué se le ofrece?
- Hola Sebastian. ¿Harold se ha ido? –preguntó
- Se encuentra en estos momentos, abajo reunido. –contestó
- Muchas gracias –le dijo a modo que la dejase en paz

El servicial ayudante de Harold, volvió por donde vino, de nuevo hacia su estancia en la casa. Bajó la escalera, mirando la casa, esta vez con la perspectiva de la luz del día. Ya en la planta inferior, escuchó a través de un pasillo como dos personas hablaban. Una de ellas, era sin duda, Harold. La otra no la conocía. Caminó hacia allí, sin hacer ruido. Desde la apertura que habían dejado, pudo ver la imagen de un hombre que desconocía. Estaban hablando sobre la apertura de una cámara de seguridad el banco. Llamó a la puerta.
- ¿Jimena? –se sorprendió Harold
- Harold…-dijo mirándolo fijamente
- ¿Desde cuando llevas ahí? –preguntó impaciente
- Lo suficiente. –contestó
- Jimena, te lo puedo explicar. Este es Matteo. Antiguo colaborador de lo que descubriste anoche. 

Matteo miro perplejo a Harold.
- Ha venido para intentar convencerme de que reanudemos el plan. 
- Tranquila monada, -le dijo el italiano- ya veo cual es la razón para no seguir.
- ¿Lo ves Jimena? –le dijo excusándose- Le estaba diciendo, que me he olvidado de todo esto.
- No. –contestó tajante
- No ¿Qué? –preguntó extrañado
- Que no lo dejes –dijo ante la perplejidad de ambos varones
- ¿Cómo dices? –dijo Harold asustado
- He estado pensando toda la noche. –estaba decidida- Quiero unirme a vosotros.
- Jimena, no. –dijo seriamente- Anoche nos dejamos claro cuáles eran nuestras intenciones. Además, esto muy peligroso
- Muy peligroso –repitió el italiano
- Me da igual Harold. Si te soy sincera, estoy cansada de la mierda de vida que llevo. –dijo ante la mirada de asombro de su amante
- ¿es de fiar? –le preguntó Matteo a Harold
- Sí, es de fiar. Pero no pienso meterla en esto. Además, ya me dejasteis muy claro el otro día lo que pensabais. Todos. Incluida tú, Jimena –la miró amenazante
- Harold, es mi decisión. –dijo con los brazos en jarra

Harold alternaba miradas con una y otro. Mientras negaba con la cabeza. 
- Harold, -decía Matteo- los demás también están dispuestos a volver. Ya hemos hablado. Lo haremos contigo o sin ti. Conocemos todos los detalles. Pero creímos que ya que fuiste tú el que lo ideó, debíamos darte una nueva oportunidad. 
- ¿De qué está hablado? –preguntó
- De algunas diferencias logísticas, que no compartían –miró de soslayo al italiano, que cogió la indirecta
- Además, de algunos apoyos económicos, que nosotros no tenemos…-confesó Matteo
- Explícame otra vez lo de la cámara –pidió Harold
- Como te decía, perforar la cámara de la manera que tenías pensada, nos llevaría mucho tiempo. Tiempo en el que podrían descubrirnos. –miraba a Jimena. Que aun desconfiaba de ella- Con una mezcla calculada de estos dos productos, podríamos llegar al interior con mucho menos esfuerzo y tiempo. Lo difícil es conseguirlos en las cantidades que te describo. A menos que se haga una transacción ilegal. Elián y Daniel, están ocupándose de ello. Pero necesitaríamos al menos cincuenta o sesenta mil euros. 
- Por eso no hay problema. –indicó Harold- Jimena, ¿Por qué ese cambio? 
- Aunque tú no lo creas, son cosas que se hacen por amor. –guiño un ojo al italiano
- Está bien, está bien… -se acomodó pensativo en la silla donde estaba sentado- me apunto.
- Bien –chasqueo los dedos Matteo- reuniré al equipo y nos ponemos en marcha.

Harold esperó a que Matteo se marchara para hablar seriamente con Jimena. 
- Harold…-se acercó dónde estaba el, y se sentó en sus piernas-… has despertado algo en mí que desconocía.
- No te voy a exponer –dijo serio- Eso que te quede claro. No voy a permitir que te pase nada. 
- Lo sé. –le besó en la boca- Explícame que tengo que hacer. –se levantó divertida y sonriente- ¿Cuándo terminemos de robar el banco, donde iremos? Me gustaría que me hicieras una casa como esta.
- Cuando esto acabe –se levantó y se puso enfrente de ella-, no te haré una casa. Te haré un castillo.

Pasaron el resto del día, explicándole los pormenores del plan. Todos y cada uno de los pasos que darían. Debía dejárselo bien claro. No debían tener errores, si querían que el plan funcionase a la perfección. Al día siguiente, la llevó al centro de reuniones del bar. Algunos quedaron sorprendidos al ver a Jimena junto a Harold. Por un momento, Jimena sintió algo de miedo. 
- Hola a todos –dijo Harold al llegar- Me alegro de que estemos otra vez juntos en esto.
- ¿Quién es ella? –preguntó Macarena
- Ella es Jimena. Espero que más pronto, que tarde, se convierta en mi esposa. –sacó un anillo ante la sorpresa de todos.
- Harold…-dijo Jimena con la cara colorada-…no es buen momento…
- Felicidades a los novio –dijo malhumorado Matteo- ¿podemos ceñirnos a lo que hemos venido?
- Antes de que comencemos, quería deciros, que ella también es miembro del equipo. Será parte indirecta, y por supuesto, deberá conoceros. Ella es Alana, Elián, Daniel, Omar, Francisco, Macarena y Matteo, que ya conoces. 

Tras las presentaciones, hablaron largo y tendido del plan. Jimena quedó sorprendida de lo avanzado que estaba todo. Siendo las diez de la noche, dieron por finalizada la reunión. Harold y Jimena, por su parte decidieron irse cada uno a su casa. 
- No sé si estoy alegre de que estés a mi lado, o culpable de dejarte que te metas en líos –le dijo Harold ya en la calle.
- Ahora mismo preocúpate de que todo salga bien. –le sonrió
- ¿Puedo llevarte a casa? –preguntó sintiéndose culpable
- No. Se cuidarme sola –le besó y se metió en una boca de metro.

Pero su estación no era en dirección a su casa, si no hacia la comisaría de policía.

Te haré un castillo. Capítulo 21

Capítulo 21

Al descubierto.

Harold esperaba en la barra del restaurante tomando un whiskey. Jimena llegaba tarde, y la reserva en aquel restaurante le salió cara. Tuvo que sobornar al camarero para que anulase otra, en beneficio suyo. El camarero, le insistía una y otra vez, si su acompañante tardaría en llegar. Miró de nuevo el móvil, y Jimena no daba señales. Estuvo a punto de marcharse, tras una hora y media después. Sin embargo, en el último momento apareció. 
- Perdona…-dijo apurada-… perdona…perdona… perdona…

Harold se giró, y vio a una bella mujer que casi no reconoció. Llevaba un vestido negro, atrevido. Ajustado. Moldeando su figura. Además, el peinado no era el habitual. Esta vez lo llevaba liso completamente, dejando fuera las ondulaciones que eran propias en ella. 
- De verdad, perdóname…-repitió-… me he entretenido en el trabajo.
- No pasa nada –le dijo triste- ¿Los profesores trabajáis hasta tarde?

Jimena sintió, que había metido la pata. Y trató de arreglarlo.
- Me puse a corregir algunos trabajos de los alumnos, y se me fue el santo al cielo. Incluso la peluquera me ha regañado también. –dijo apurada
- El caso es que ya estás aquí –se levantó y la besó levemente en los labios.- Nos están esperando

El camarero, por fin respiró aliviado, y los acompañó a la mesa. Ya sentados, y más tranquilos, pudieron conversar.
- ¿Te pasa algo? –preguntó Jimena a un Harold pensativo
- No he tenido buen día, es todo. –contestó
- Parece que a ninguno de los dos, nos ha ido bien hoy. –dijo quitando hierro al asunto
- Dejemos de lado el trabajo, ¿no te parece? –seguía manteniendo semblante serio
- Pues si…-contestó ella-… me muero de hambre.
- Veo que hoy te has puesto muy guapa…-admiró su belleza
- ¿Te gusta? –se tocó el pelo- no sabía si alisármelo o dejarlo tal cual.
- Me encanta…-seguía pensativo
- Una cosa que te quería preguntar…-cambio de tema-… llevamos meses saliendo
- Así es…-esperó
- No es que me importe, la verdad. Bueno un poco si…-comenzaba a dudar
- ¿Qué te ronda por la cabeza? –preguntó intrigado
- A ver… como digo esto sin que parezca ordinaria…
- ¿Por qué no hemos tenido sexo? –preguntó Harold, subiéndole los colores a Jimena
- Si…-susurró mirando hacia los demás comensales
- Como te dije, mis antiguas relaciones solo se basaban en intereses meramente económicos. Por lo que en contadas ocasiones, lo he hecho por amor. –relataba
- Me vas a perdonar, pero algunas veces, me cuesta entenderte…-dijo avergonzada-… ¿tu sientes algo por mí?
- Jimena…-le tomó de la mano-… es la primera vez en mi vida, que siento algo de verdad por una mujer. No quiero estropear lo nuestro.
- Harold, amor…-le miró cariñosamente-… no se va a estropear algo, por querer disfrutar. Estas muy tenso. El sexo es parte de una relación. Creo que ya te dejé claro que tu dinero no me interesa. 
- Me alegra oírte decir eso…-volvía a parecer pensativo
- Por otro lado…si te soy sincera, no se cuáles son tus planes de futuro. No quiero ilusionarme. Estas en España, por negocios, y cualquier día te marcharas…
- ¿Te sientes plena con tu trabajo? –preguntó
- Sí, claro…
- Eso lo pone aún más difícil. Viajo constantemente…

La conversación empezaba a tomar un rumbo, que a ninguno le gustaba. Prácticamente, dejaron de hablar hasta la llegada del postre.
- Harold…-rompió el silencio-… no me hagas caso. Vivamos el presente. ¿Dónde te alojas?
- Oh…-se sorprendió
- Dime,…-insistió-… ¿en qué hotel te alojas?
- No me alojo en ningún hotel. Por suerte, mis padres, eran asiduos a viajar a Madrid. Tenían una vivienda en propiedad, y la estoy usando como alojamiento temporal.
- Mejor me lo pones. –su actitud era más agresiva, pero amable
- ¿Me está proponiendo una cita más íntima? –preguntó sonriendo
- Cállate…-se sonrojó y se rio a la vez

Harold pidió la cuenta, y se marcharon. El coche de Harold, le estaba esperando en la entrada, conducido por Sebastian. Ambos subieron, y se fueron a casa de Harold. Jimena, al ver la casa, quedó gratamente sorprendida. Harold llevó a Jimena hasta su dormitorio. Allí mismo, del mueble bar, sirvió dos copas de un licor cualquiera. No tardaron en besarse, y hacer el amor. Ella quedó recostada en el pecho de Harold. Que permanecía pensativo mirando el techo. 
- Voy a beber agua y al baño –le dijo Jimena
- Espera, que llamo a Sebastian. 
- No, no. –dijo ella burlona- Se valerme por mi misma. Los lujos son tuyos. ¿recuerdas?
- Jajaja –Harold rió.

Salió de la habitación. Al fondo, podía ver el despacho de Harold con la puerta entre abierta. No quería hacerlo. Por momentos, se enamoraba más de Harold, y no podía creer lo que estaba a punto de hacer. ¿Y si no era quien creía? ¿Podía echar a perder algo bonito por algo de lo que no estaba segura? De todas formas, si lo hacía bien, no se enteraría que lo estaba espiando y si no era el, no pasaba nada. Así que lentamente, caminó hasta el despacho. Podía escuchar al Sebastian en la parte de abajo, viendo la televisión. El despacho era amplio. Todo bien colocado, y pocas cosas a la vista. Abrió los cajones, y tan solo uno contenía algo en su interior. Una llave. Sintió un escalofrió. Cogió la llave, y se encaminó hacia una puerta, que era la única que tenía cerradura. Algo que se fijó nada más llegar. Estaba claro que ahí escondía algo. Algo que no quería que viese nadie. Introdujo la llave con cuidado y giró. La puerta se abrió. Estaba oscuro. Palpó la pared en busca de un interruptor, que enseguida encontró. Al encenderse la luz, su corazón se paralizó. El interior de aquella habitación, era lo peor que podía haberse encontrado. Miró los planos. Fotos de gente con una descripción escrita. Una mesa con al menos veinte móviles. Herramientas. Varios ordenadores portátiles. La foto de un banco. Y sobre todo, como sacar el dinero de una cámara de seguridad de ese banco. 
- No deberías haber entrado aquí –dijo Harold por detrás.

Jimena quedó paralizada sin poder moverse. Cerró fuertemente los ojos, y trató de tranquilizarse. Cambio su cara de terror por la de decepción.
- Harold…-dijo mirándolo a los ojos-… ¿Qué es todo esto?

No le hablaba. Ni se inmutaba. Sus gestos eran más de enfurecido. 
- Harold…-le gritó con los ojos húmedos-… me estas asustando…
- No deberías haber entrado aquí –repitió con el mismo tono
- Mierda…-se llevó las manos a la cara llorando
- ¿Qué vas hacer? –preguntó serio- ¿Me vas a delatar?
- Por dios Harold… -consiguió decir-… ¡no! 
- Pues entonces vete –le ordenó
- No me voy a ir hasta que me lo expliques…-se enfureció ella también
- ¿Explicarte qué? –su exquisita educación desapareció- ¿Qué pretendía robar un banco?
- ¿Robar un banco Harold? –le miró decepcionada- ¿Por qué un hombre de tu posición necesita robar un banco? No lo entiendo…
- No deberías estar aquí –se dio la vuelta desesperado y furioso
- Harold, cariño…-lo dijo de verdad
- Esto es una locura. –dijo mirándola de nuevo- Tu no estabas en los planes. 
- Harold… -le miró apenada-… sea cual sea el motivo, me da igual. Todavía no has hecho nada. Y…

Harold dejó de gesticular pendiente de lo que iba a decir.

- Y joder…Harold… -le golpeó en el pecho-… no me hagas esto… ahora no… 

Harold la agarró contra él y la abrazó. Pero ella se separó.
- Los negocios no me van bien. Tengo que reconocerlo. –le explicaba- pensaba que si lograba algo de liquidez, podría salvar algo. 
- ¿Robando un banco? –preguntó furiosa
- Si, robando un banco. –contestó firme
- ¿Y cuándo pensabas hacerlo? –preguntando, al recordar la actitud del restaurante- oh… joder… por eso estabas tan raro en la cena.
- Si, por eso estaba pensativo. Porque se ha ido todo a la mierda. –confesó
- No me mientas más…-le ordenó
- No te miento Jimena. Te aseguro que ya no hay nada. Por eso estaba así. Porque pensaba marcharme mañana…-lo dijo sin pensar

Aquello le sentó como un jarro de agua helada. Pensaba marcharse y dejarla allí sola.
- ¿Cómo dices? –preguntó aterrada
- Como lo oyes…
- Joder… que puta suerte la mía. Ahora que voy, me enamoro de ti, y te pensabas marchar sin decirme nada…-dijo lo que pensaba
- ¿Cómo dices? 
- ¿el qué?
- Jimena, ¿estas enamorada de mí? –preguntó interesado
- Qué coño te importa ya. ¿Te parecerá divertido encandilar con tus putos lujos y palabrería a una pobre españolita eh?
- Jimena –gritó el también- ¿no te das cuenta de lo que siento por ti? Yo no buscaba esto. Pero apareciste y desmantelaste todo. Pusiste mi vida del revés. Por favor, Jimena –sus ojos se llenaron de lágrimas- créeme, te quiero. Estoy dispuesto a lo que sea, con tal de tenerte a mi lado. A la mierda mi fortuna, a la mierda el negocio de mis padres, a la mierda el robo. Solo quiero estar contigo.
- ¿En serio? –en el fondo estaba deseando estar con el
- Muy en serio.



Te haré un castillo. Capítulo 20

Capítulo 20

Reencuentros.

Harold caminaba entre las tumbas, hasta que llegó a los nichos de sus padres. Era la segunda vez que los visitaba. La primera cuando era todavía un niño. Se encontraba triste y desilusionado. Ni todo el dinero del mundo le daba la felicidad que tanto buscaba. Ni siquiera la venganza que había llevado a cabo. Incluso, estaba arrepentido. Pero ya estaba hecho. Al día siguiente, tenía pensado volver a Irlanda. Llevaría todos los asuntos empresariales desde allí. Pero necesitaba despedirse por última vez de sus padres. Estando allí, se le ocurrió la idea de visitar también su antiguo barrio. Esta vez, dio el día libre a Sebastian. 
Cuando aparcó, la imagen del parque donde jugaba de pequeño le llenó de nostalgia. Le llegaban imágenes de él jugando al futbol con Oscar. Uno de sus amigos del barrio. Se preguntó qué sería de él. Se quedó un buen rato de pie allí, recordando aquellos años maravillosos junto a sus padres. No eran los mejores del mundo, pero eran sus padres. Tenían defectos como cualquiera. Los adoraba. Ellos a él también. Dieron su vida por mantenerle decentemente. Sus ojos se humedecieron. Llegó hasta el portal donde Vivian. Hacia años, desde Irlanda, que a pesar de que sus padres adoptivos se lo prohibieron, logró comprar la casa de su infancia. Desde que hizo el pago, la casa quedó abandonada. No quería que nadie más viviera en ella. Era egoísta, pero le daba igual. Buscó entre sus bolsillos, y encontró la llave. Se encontraba nuevamente, delante de la casa donde creció y la que le quitó a su familia. Una vecina salió a curiosear. 
- Buenos días –saludó Harold

La mujer, enseguida cerró la puerta vergonzosa.
- Disculpe, disculpe. –trató de que no cerrara del todo.
- ¿Qué quiere? –preguntó la mujer desde el interior, bloqueando la puerta con una cadena
- Me preguntaba, si aún sigue en este edificio la señora Mercedes. Quizá usted podría infórmame.
- Si, dos pisos más abajo. ¿Para que la quiere? ¿Es un familiar? –pregunto desconfiada.
- Oh… ruego sepa disculparme. No pretendo asustarla.

La mujer cerró sin decir nada, ante la sorpresa de Harold. Fue una alegría, que la vieja Mercedes aun viviera. Debía ser muy mayor. Bajó hasta el segundo piso. El número lo recordaba. Esperó unos segundos, para tranquilizarse. No sabía cómo se encontraría a su vieja amiga. Por fin, llamó al timbre. No tardaron en abrir la puerta. Aunque no se esperaba encontrarse a una chica tan joven.
- Buenos días, disculpe la intromisión. –dijo sorprendido- Venia buscando a la señora Mercedes. ¿Vive aquí?
- Sí, es mi abuela. –dijo la chica

Una voz desde el salón, le paralizó el corazón. 
- Beatriz, ¿Quién es? –dijo una temblorosa y apagada voz
- Abuela, hay un hombre que pregunta por ti –le gritó sin dejar de mirar a Harold
- ¿Qué quiere? –preguntó de nuevo la mujer mayor
- Dígale, que Juan Abellán, ha venido a visitarla.
- Dice –gritó de nuevo- que es Juan Abellán, y viene a visitarte

Escuchó como un bastón se caía al suelo. Sin embargo, dificultosamente, la señora Mercedes apareció por aquel pasillo. Harold se llevó una gran sorpresa al verla tan vieja. No la recordaba así, pero suponía que el paso del tiempo hacia mella en todos. La cara de Mercedes cambió por completo. Sus ojos se le llenaron de lágrimas y su boca temblaba nerviosamente. Sus dientes habían desaparecido por completo. 
- Hola Mercedes –le dijo Harold medio llorando
- ¿Lo conoces abuela? –le preguntó la nieta.
- Claro que sí, pajarito. –le dijo sin dejar de mirar asombrada a Harold
- Me alegro de verla –dijo Harold ahogando un llanto

Pasaron dentro de la casa. Estaba tal cual la recordaba. Tan solo cambiaba que ahora había fotos de la boda de sus hijos, así como las de sus nietos y nietas. Ambos se sentaron en el sillón. Mercedes no dejaba de admirarlo. 
- ¿Cómo puede ser posible? –logró decir
- No fue fácil –contestó
- Intente buscarte. La asistenta social, me ayudó. Pero cuando fuimos al orfanato, nos dijeron que habías muerto en una pelea. –le explicó
- Mercedes. Eso ya no importa. –le dijo nostálgico.
- ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Te has casado? –preguntaba con una voz tan débil y temblorosa que le resultaba difícil entenderla
- No, no me he casado. Aunque… -recordó a Jimena-… he conocido una mujer maravillosa. 
- Mi nieta se casa este verano. ¿Verdad que es guapa? 
- Por supuesto Mercedes, tiene una nieta guapísima. –le dijo mientras la chica se ponía colorada
- Como no tienen dinero, les dejaré que vivan aquí hasta que encuentren algo.
- Eso me suena…-sonrió con nostalgia.
- Aún recuerdo cuando llegasteis…-decía la vieja-… fue tan duro… ver a una familia así… no podía dejaros 
- Y yo que se lo agradezco. –le tomó de la mano- Por eso he querido venir. Actualmente, resido fuera de España.  No quería marcharme sin agradecerle personalmente, lo que hizo por nosotros.

La mujer comenzó a llorar y no conseguía hablar. De pronto una tos agresiva la dejaba sin aliento. La nieta, corrió a por un inhalador y se lo puso. 
- Respira tranquila abuela, así… ¿mejor?
La mujer asintió con la cabeza.
- Está muy enferma. –le dijo a Harold que la miraba asustado
- Es casi la hora de comer…-logró decir Mercedes-… mi nieta hace unas tortillas de patatas muy ricas. Recuerdo que era tu comida favorita. ¿Te quedarás a comer con nosotras?
- Por supuesto Mercedes, faltaría más…-miró a la nieta-… si a ella no le importa.
- Claro que no –le sonrió orgullosa de que hablasen bien de sus tortillas.

Pasó la tarde con ellas. Recordando viejos tiempos, y Harold contándole toda su vida. Obviando algunos detalles recientes, que no eran adecuados. Eran casi las nueve de la noche. Recibió un mensaje de Jimena, quería otra cita. Con mucho cuidado, le dio un abrazo a Mercedes que le alegró la vida. Se puso su abrigo, y antes de marcharse habló con ellas.
- Hace tiempo, tuve la oportunidad de comprar el antiguo piso de mis padres. –Mercedes le miró sorprendida- con la intención, de que algún día pudiera venirme a vivir aquí. Pero creo que eso pertenece a mi pasado, y debo mirar al futuro. Ese piso no me va hacer falta ya. Así que, Beatriz, ruego aceptes estas llaves como mi regalo de boda. He visto como cuidas de tu abuela, y el amor que le profesas. Yo también quiero a Mercedes, como si fuera mi abuela. Así que, qué mejor ocasión de que formes una familia cerca de ella. 
- Oh… Juan…. –volvía a llorar la mujer-… Eso es… precioso…
- Mercedes, -dijo serio- ha sido un placer volverla a ver. Espero que le vaya bien con su nieta aquí cerca. No sé si volveré a España, si lo hago, le prometo que vendré

Se fundieron en otro abrazo, y Beatriz le acompañó hasta la puerta.
- Muchas gracias –le dijo con vergüenza
- No me las des. –dijo poniendo las llaves en la mano de la joven- Cuida bien de tu abuela. Se lo merece. 
- Lo haré…
- Oh… una última cosa –sacó de su bolsillo una tarjeta-… quiero que todos los gastos médicos que precise, los mandes aquí. No soy tonto, y sé que no le queda mucho tiempo. Y quiero que no sufra más de lo debido. Deseo, que tenga todas las comodidades que sean posibles. 
- Pero…-decía la nieta
- Pero nada… -le regañó sin maldad-… me enteraré si necesita algo y no lo tiene.

Se despidió de ella y se marchó bajando las escaleras. En verdad, tenía prisa por volver a estar con Jimena. La deseaba y no quería perder mas tiempo.