miércoles, 21 de diciembre de 2016

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 7

La acomodé como buenamente pude en la parte trasera del coche. Seguía inconsciente. Le rasgué un poco la camiseta para ver de dónde salía la sangre. Tenía un buen corte en el costado. Seguramente lo provocó en el forcejeo con uno de los sobrinos de Tomás. No tenía conocimientos de primeros auxilios, pero en todas las películas que veía siempre trataban de taponar la herida. Así que hice lo mismo. Saqué una camiseta de su macuto y se la até alrededor de la cintura. Cerré la puerta y me senté al volante. De reojo pude ver como el chaval que recibió la puñalada por parte de Silvia se movía. A pocos centímetros estaba tirado mi puñal. Me bajé de nuevo y lo recogí.
- Ayúdame, por favor. –casi no le podía escuchar.
Tan solo me guardé el puñal y retrocedí de nuevo hasta el coche. No sabía muy bien que hacer, así que conduje lo más rápido que podía. Cada cierto tiempo la observaba por si se movía. El siguiente pueblo no quedaba lejos. Tuve que callejear bastante hasta encontrar una farmacia. Algunos infectados deambulaban cerca, pero solo con evitarlos o darles un empujón me permitían continuar. Busqué una piedra lo suficientemente grande para tirarlo contra el escaparate. No podía perder tiempo. Me costó casi seis intentos en que el cristal se partiese. Me encargué de dos infectados que se acercaban al coche. Aunque lo había cerrado con llave, siempre podían romper el cristal igual que hicieran en la gasolinera. Por aquella calle pude ver como se acercaban cinco más. Aún estaban bastante lejos, y calculé el tiempo que tenía para buscar lo que necesitaba y salir pitando de allí. Tras guardar vendas, agujas, hilo, alcohol y antibióticos, volví al coche. A los cinco que vi inicialmente, se sumaron otros tres. Al primero le empuje y cayó al suelo. El segundo recibió una puñalada donde más les duele. Eso me dio tiempo para guardar en el asiento del copiloto lo recogido. Aun me quedaba dar la vuelta al coche y sentarme. Forcejeé con el más cercano para hacerme camino. Pude zafarme de él, pero son duros de roer. Cuando me pude sentar al volante, y cerrar la puerta. Dos de ellos se golpearon contra mi ventanilla. Esta no se rompió, pero si seguían haciéndolo sería nuestro fin. Pisé a fondo y atropelle al que quedaba delante. Esté se metió debajo del vehículo, y temí quedarme atrapado. Botamos unas cuantas veces pero pudimos salir ilesos. Me alejé bastante del pueblo. Ahora mi misión era buscar un refugio seguro para curar a Silvia, que permanecía sin despertar. Temí que estuviera muerta. Y que todo esto no valiese la pena. Tras conducir varios kilómetros me detuve en una zona boscosa. A lo lejos, por una carretera asfaltada pero minúscula y estropeada, vi un pequeño Motel abandonado. El recinto lo habían vallado con verjas metálicas de la constructora que se haría cargo del derribo. Por lo que me vino genial. Una vez dentro del recinto, aparqué cerca de la entrada. Que no era otra cosa que un bar de carretera, convertido en Motel. Para casados infieles, pensé. A la puerta le habían quitado la cerradura. En la primera ojeada al interior no descubrí ningún infectado. Aun así, golpeé varias veces la barra del bar con la pata metálica de una mesa tirada por el suelo. Subí al primer y único piso superior. No era gran cosa, y la limpieza brillaba por su ausencia. Pero aún abandonado, conservaban camas. Subí a Silvia hasta la cama más limpia que encontré. Limpié bien la herida, y pude verla en toda su esplendor. La apertura tendría unos cinco o seis centímetros. Desconocía si se habría dañado algo más interiormente. Era el momento de coser aquello. En el contenido de la bolsa de sutura encontré unos guantes. No dudé en ponérmelos. Preparé todo para empezar a coser. No me atrevía. Seguía saliendo sangre, aunque menos. Mi pulso se aceleró haciendo que mis manos temblasen. Respiré hondo varias veces, y di la primera punzada. Rápidamente miré la cara de Silvia. No se movió. Temí, como antes, que estuviera muerta. “¿Por qué no le he tomado el pulso antes? ¿Estas tonto o qué?” Apoyé mi cabeza sobre su pecho. Me dio hasta un poco de vergüenza notar sus pechos en mi cara. Pero respiré aliviado al escuchar el bombeo de su corazón. Era débil, pero se escuchaba. Eso me lleno de valentía. Fui cosiendo lo mejor que pude aquella herida. Al terminar, me fijé en lo horroroso que quedó. Pero si esto le salvaba la vida, era perfecto. Lo tapé con vendas y esparadrapo. Me dejé caer en una silla y respiré profundamente. Fue la primera vez que lloraba como un niño. Toda esta situación me estaba superando. El mundo se había ido a la mierda. Había matado a un hombre, y seguramente, dejado morir a otro. Me repetía a mí mismo tratando de convencerme de que no había otra salida. Ese tipo de gente, al no tener que responder ante nadie, me hubiera matado sin contemplaciones. Fue en defensa propia. Aun así, me sentía destrozado por dentro.
Tras tanto tiempo sin despertarse, la llamé en varias ocasiones. No parecía oírme. No quería dejarla sola, pero necesitaba salir de allí. Inspeccioné a fondo el lugar. No encontré nada que valiese la pena. Quizá una botella a medias de Jack Daniel´s. Limpié la boquilla con mi camiseta y le di un trago pequeño. No parecía estar en malas condiciones. Seguido le di un segundo más largo. Me quemó la garganta y parte del pecho. Pero me empezaba a sentir mejor. Volví a pensar en Silvia. Busqué su cantimplora y uno de sus vasos metálicos. Machaqué una de las pastillas de antibiótico y lo disolví en un poco de agua. Le abrí la boca y le suministré aquello en pequeñas dosis. Si no lo tragaba al menos lo absorberían las papilas gustativas. Me empezaba a poner nervioso. Quería, necesitaba que se despertara y me dijera que estaba bien. Cuando me percaté de que el vendaje tenía un color oscuro, lo retiré. Limpié de nuevo la herida ya cosida, y la tapé de nuevo con uno limpio. La noche estaba llegando y el frio con ella. La tapé con una manta que previamente sacudí en el pasillo. Coloque la silla al lado de la cama donde no la ocupaba ella y me recosté.
El pitido del reloj que llevaba Silvia me despertó. La luz que entraba por la habitación me mostró que había llegado un nuevo día. Elevé la cabeza y vi a Silvia despierta. Se giró.
- Hola. –me dijo con media sonrisa
- Hola –contesté alegrándome- ¿Cómo estás? ¿te duele?
- Me duele. ¿Qué ha pasado? –hablaba apagada.
- Creo que en el forcejeo te dieron una puñalada. –relaté- Te desplomaste sobre mí.
Se tocó la herida y gimoteo. Seguido de unas lágrimas que me llegaron al corazón.
- ¿Dónde estamos? –preguntó mirando a su alrededor
- En un Motel. Cerca de Madrid ya. –indiqué
Miró hacia la mesita donde tenía todo el instrumental que utilicé para curarla.
- ¿Lo has hecho tú? ¿Me has cosido? –preguntó sorprendida
- Sí. No veas lo mal que lo pasé para conseguir todo eso. –recordé la lucha con los infectados. –me adentré en un pueblo en busca de una farmacia. Luché contra varios infectados. Una locura.
- ¿Qué hay de Tomas? –la noté asustada.
- Esta muerto. Lo maté –me sobrecogí de nuevo- los otros dos no lo sé. –mentí- Solo me preocupaba sacarte de allí y curarte.
- Muchas gracias. –se tumbó lentamente.
Saqué varias provisiones del coche, lo justo para pasar el día. Después tendría que hacer alguna incursión para reponer. Ambos estábamos tristes. Casi no hablamos el resto del día. Tan solo cuando le cambiaba el vendaje me daba las gracias y se volvía a tumbar. No se dormía, pero estaba ausente. Yo menos, pero se nos notaba abatidos. Mientras hubiera luz, trataba de descansar, para estar despejado durante la noche. Pues sería yo quien hiciera guardia.
A la mañana siguiente, me preparé para adentrarme en alguna zona poblada o centro comercial cercano. Esperé a que se despertara y darle lo necesario para estar sola. No sabía cuánto tardaría, ni siquiera si volvería. Tenía que ser sincero con ella al respecto. En cierto modo, lo comprendía. Me monté en el coche, después de abrir la verja. Subí hasta lo alto de un puente. Tenía muy buena visibilidad. Incluso, estando despejado podía intuir la ciudad de Madrid. Bajando esa carretera me incorporaría a la autovía del Sur. Aun habiendo coches parados, la travesía se hizo fácil. Llegué hasta un almacen mayorista. Un camión no dejaba que la puerta quedase cerrada. Apagué el motor y me adentré. Tuve que pasar de lado entre la caja del camión y la puerta. Descubrí que el muelle de carga estaba levantado. Desde fuera se podía ver el interior. Di varios golpes a una estructura metálica. El eco se escuchó perfectamente. Tras unos segundos dos infectados aparecieron entre las estanterías. Vestían con ropa fluorescente. Trabajadores de la planta. Volví a golpear el metal. Por si alguno se había quedado rezagado. Aparecieron dos mujeres. Vestían de calle. Clientes quizá, o de oficinas. Qué más da. Venían hacia mí para darme un bocado y saciar su infinita hambre. Salté del muelle y coloque dos pallets a modo de barricada. Cuando llegó el primero, al caer del muelle pareció golpearse fuertemente en la cara. Al levantarse, vi como la tenía destrozada. Aun así, volvió a la carga contra mí. Cerca del pallet se tropezó. Lo aproveché para clavarle el puñal. Debía darme prisa. El segundo operario y las oficinistas cayeron a la vez. Acabé con ellos con una facilidad que me empezaba a asustar.
Volví al Motel cargado con multitud de cosas. Tanto que el maletero quedó lleno y tuve que utilizar los asientos traseros. Subí enseguida a la habitación. Encontré a Silvia en el mismo lugar.
- ¿Ya has vuelto? –no se sorprendió- No has tardado mucho.
- He encontrado un almacen cerca. He llenado el coche. Tenemos para varios días. –dije con poco ánimo.
- ¿Qué vamos hacer ahora? –preguntó en un tono que no me gustó
- ¿A qué te refieres? –pregunté
- No me gustaría quedarme aquí mucho tiempo. –se sinceró
- Lo sé. Es una mierda. Es el único lugar que encontré para curarte.-recriminé
- ¿Y tu familia? –trató de desviar el tema
- Mi familia estará muerta. O infectada. O lo que mierda les pase a esos. –estaba enfadado, crispado.
Ella me vio desmoronarme. Intentó levantarse, pero se lo impedí. Tenía que recuperarse.
- Silvia, no tengo la más puta idea de lo que hacer. –le dije desesperanzado- Esto es una puta mierda. He visto desde lo lejos Madrid. No queda nada en pie. El silencio que hay fuera es aterrador. Hoy me he cargado a cuatro de ellos sin pestañear. Solo pensaba que era lo que tenía que hacer para coger lo que había dentro de ese almacen. Esto es lo que nos queda. La radio no emite nada. Seguro estoy que no hay gobierno. Una anarquía. Una guerra entre los vivos y los muertos. ¿¡Qué digo!? Los muertos se están descojonando de nosotros. Hace un día… -dudé-… o dos… ya he perdido la cuenta de que día es. Maté a un hombre que me estaba agrediendo e intentando robar por segunda vez. Tu misma le acuchillaste a un ex novio o parecido. Y aquí estamos los dos, intentando no volvernos locos. No sabes lo mal que lo pasé curándote sin saber si estabas viva o muerta. Pero sobre todo, quería curarte si o si, porque no quiero estar solo en este mundo de mierda.
Di un puñetazo al armario viejo y destartalado que tenía a mi espalda. Silvia me miraba entre incredulidad, lastima y temor.
- ¿Te importaría tumbarte a mi lado? –preguntó con los ojos llorosos.

El Chiringuito Podcastero

Bueno, bueno, bueno, bueno... como diría Plissken misterios. ¡Que gran descubrimiento, por cierto!
Hoy no voy a subir un nuevo capítulo, si no que voy a hablar de los Podcast. ¿Que no sabes lo que es? No hay problema. Yo te lo explico.
Un podcast es un audio que se sube a distintas plataformas. Ya sea iTunes (atunes ;) ;) ), Ivoox, Spreaker... por poner unos ejemplos. ¿Que tienen de especial estos audios? Por lo general, son audios muy parecidos a lo que puedes escuchar en la radio. Con la diferencia principal, de que son a la carta. Puedes buscar un podcast de un tema en concreto y escucharlo donde y cuando tu quieras.
La gran mayoría son gratuitos, y los que son de pago normalmente tambien ofrecen contenidos gratis. Estos son muy pocos y los que hay, suelen utilizar patreons para contribuir a la mejora de sus equipos. Además de ofrecer contenidos exclusivos para los que aportan su granito de arena.

La gente que graba estos Podcast, son llamados popularmente Poscasters. Los hay muy Pro, como amateur. Cualquiera de los dos, pueden ofrecerte un entretenimiento de muy buena calidad.

El podcasting, cada vez está mas en auge. Incluso llegando a superar en audiencias a las radios comunes. Como todo en esta vida, evoluciona. Llegando a ofrecer sus contenidos tambien en forma de podcast. Pudiendo escuchar tus programas favoritos de la radio convencional en cualquier momento.

Mis inicios como oyente de podcast, se retorna muchos años atrás, cuando me compré mi primer smartphone. Asi como mis ansias de tener mas contenido sobre mis hobbies. Cuando me descargué mi primera App, tuve una recomendación por parte de la tienda de aplicaciones sobre: Ivoox. La descargué, me registré y comencé mi experiencia que aun dura actualmente. Al principio, solo escuchaba cosas tipo Milenio 3. Por aquel entonces comenzaba a ver mi serie favorita: The Walking dead. Busqué podcast relacionados con esta serie. El primero que encontré fue La tertulia zombie, de Richie Fintano y María Santonja. Me enganché de forma inmediata. Allí mismo, descubrí que hacian otro podcast sobre cine y series en general. Llamado Fans Fiction. Como no podia ser de otra manera, me enganché tambien. Poco a poco, fui descubriendo otros podcast que llenaban mi día a día.

Siempre he tenido las ganas de hacer mi propio podcast, pero nunca me he atrevido. Soy consciente de que no tengo la habilidad de palabra ni los conocimientos que se requiere para llevarlo a cabo. Por no hablar de mi cierta timidez. Pero no es esto lo que quiero resaltar en este artículo. Después de está introducción, voy con el plato fuerte.

Hace unos días, revisando mi Twitter, me di cuenta de que tenía un nuevo seguidor. Se llama Chiringuito Podcastero. El nombre me sonaba de haberlo escuchado en otros podcast que escucho. Tengo que ser sincero, y decir que no lo había escuchado. (Disculparme). Así que me puse a revisarlo. Hasta que descubrí algo muy interesante. ¿Os gustaría que hubiera un lugar donde podcaster y oyentes interactuaran juntos? Mi respuesta es sí. Y lo he encontrado. En el Chiringuito Podcastero. Una gran idea que ha conseguido que mi experiencia sobre los Podcast se eleve mucho mas.
Cada semana se graba un programa donde ambos participan. Lo cual es muy enriquecedor, pues no solo tienes opinión del podcaster. El oyente tambien da su punto de vista del tema a tratar.
Otro punto que debo tratar, es la cantidad de gente nueva que he conocido. Gente que tiene los mismos gustos que yo, y con la que se puede conversar. Ni que decir, lo que se puede aprender.
Tan solo me queda recomendaros que os unais y escucheis el Chiringuito Podcastero.

Para terminar, quiero poner una lista de Podcast que aconsejo escuchar pero hay muchos más:

Fans Fiction.
La tertulia zombie: The walking Dead.
Juego de tronos: cosas de casa.
Expreso a Westworld.
Misión de audaces.
Aquí huele a muerto.
Podcast de hielo y fuego.
Juego de tronadas.
Somos unas goonies.
Arderas por esto.
La Constante series
Fuera de series.
Disidentes de Tomania.
La órbita de endor.
Mockingbird lane.
Críticas sobre la marcha.

Y por supuesto:

EL CHIRINGUITO PODCASTERO.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 6

- ¡Silvia! –afirmé
- La misma, que viste y calza. –contestó
- Pensé que te marchabas con tus amigos. –me acerqué al surtidor para repostar
- Creí…-noté cierta duda en sus palabras-… que a lo mejor querías compañía.
Me quedé mirándola fijamente. Percibí cierta vergüenza al hablar.
- Te han abandonado, ¿verdad? –pregunté firmemente
Me retiró la mirada, y bajó la cabeza. Estaba nerviosa.
- Dime, ¿te han dejado tirada? –insistí
- Es que… -no sabía que decirme
- No me tienes que dar explicaciones. –no dejé que continuara.
Terminé de repostar y me metí en el coche. No estaba furioso con ella ni mucho menos.
- Estamos haciendo mucho ruido. –dije mientras cerraba la puerta
Ella entendió que la estaba rechazando y dio media vuelta para irse. Entonces bajé la ventanilla.
- ¿Te vas a subir o qué? –terminé de hacerla sufrir
Me miró desafiante y leí sus labios: “hijo de puta”. Pero abrió la puerta del copiloto y tiró el macuto en la parte de atrás.
- Eres un cabrón, ¿lo sabes? –me dijo medio en broma antes de que le saliese una carcajada.
Salimos de la gasolinera. Conduje por la carretera principal varios kilómetros a una velocidad alta. Hasta que se nos cruzó un infectado que deambulaba por mitad de la calzada. Al tener que hacer maniobra para no estrellarnos, bajé la velocidad el resto del camino. Este viaje ayudó mucho a conocernos. Supe que era catorce años menor que yo. Aún vivía con sus padres cuando comenzó todo. Ellos enfermaron, fueron al hospital, y nunca más los volvió a ver. Se reunió con unos amigos, que planearon irse a los aledaños del pueblo con las tiendas de campaña. Sobre todo al ver a los primeros atacantes. Cuando la conocí era su primera expedición. Del grupo de amigos, salieron cuatro, incluida ella. Los otros tres se quedaron en el campamento. Después me contó que al llegar donde acamparon, justo después de separarnos, no quedaba nadie. Tan solo una tienda caída. Supuso que fueron atacados y no les dio tiempo a recogerlo todo.
Cuando estábamos llegando al siguiente pueblo, a unos veinte kilómetros de la gasolinera, me fijé en una casa de campo. Justo en la entrada estaba aparcado un coche. Mi coche. Mi Ford Fiesta. El frenazo que di, hizo que Silvia se golpeara levemente con el salpicadero.
- ¿Qué haces? –preguntó furiosa
- Ese es mi coche. –le señalé el camino
- ¿Y? –dijo incrédula- Ahora tienes uno mejor.
- No es por eso. Es por orgullo. Además, se llevaron también una foto de mi familia y mi cartera.
- No deberías enfrentarte a nadie por eso. Seguro que lo cogieron creyendo que estaba abandonado como la mayoría. –trató de convencerme.
Di marcha atrás hasta la entrada de un camino. Conduje hasta la casa de campo. Aparqué justo detrás de mi Ford. Me bajé y comprobé que fuera el mío. En ese momento, de la casa salieron dos tipos jóvenes. De unos veinte años. Veinticinco como máximo.
- ¡Eh tú! –me gritó uno de ellos.- ¿Qué cojones estás haciendo?
- Este coche es mío. Me lo robasteis de la gasolinera cuando estábamos siendo atacados. –recriminé
El más alto, sacó una llave inglesa y se dirigió hacia mí. Por un momento pensé que me golpearía con ella.
- Perdiste tu coche por abandonarlo –me señaló con la llave inglesa a la altura de mi boca- Pero como no te pires de aquí ya, vas a perder algo más.
Dudé por un momento que contestar.
- El coche me da igual –dije tratando de que bajara la llave-, tan solo déjame coger de la guantera una foto de mi familia y mi cartera. Solo os pido eso.
El chico hizo el simulacro de golpearme con ella. Mi instinto hizo que me tapara la cara con los brazos. Los dos chicos comenzaron a reírse de mí. Silvia salió del coche.
- Venga tíos, -se dirigió a los dos- dejadle que recupere sus fotos y nos largamos.
- Anda, mira a quien tenemos aquí –dijo el que aún seguía en la puerta- Nuestra camarera favorita.
Intuí claramente, que se conocían.
- Silvia, -sonó otra voz más grave- dile a tu amigo que lo que es nuestro no lo compartimos
Un hombre de más edad y bastante desmejorado apareció por la puerta. Con rasgos propios de la raza gitana.
- Tan solo es una maldita fotografía de mi familia, -dije algo malhumorado.
Aquel hombre se dirigió hacia mí. Se quedó junto a la puerta del Ford.
- ¿Solo eso? –preguntó irónico
- Solo eso. –afirmé
Aquel hombre abrió la puerta del copiloto.
- Busca tu puta fotografía y vete. –ordenó
En ese instante Silvia me agarró del brazo.
- No lo hagas –me advirtió
La miré extrañada. Aquel hombre solo me permitía recuperar mi fotografía, y era lo único que necesitaba. Me acerqué hasta el coche, con la puerta ya abierta. Me hizo la señal de que me daba permiso para entrar. Me agaché para abrir la guantera. Aquel hombre cerró la puerta bruscamente golpeando mi cabeza, atrapándola entra la puerta y el marco. Lo repitió de nuevo, pero ya estaba medio inconsciente. Caí en el suelo. Solo escuchaba un pitido en los oídos, así, como un fuerte dolor en la sien. Además de verlo todo borroso. Segundos más tarde, noté un dolor intenso en mi abdomen. Supe en ese instante que alguno de los tres me dio una patada. El pitido no me dejaba escuchar nada. Aunque intuía que algo le estaban diciendo a Silvia. Temí por ella. Traté de levantarme. Sin embargo, me estaban levantando entre dos. Trataba de hablar pero no me salían las palabras. De pronto, todo a mí alrededor se oscureció.
Al despertarme estaba tumbado en la parte de atrás de mi coche nuevo. La cabeza me dolía mucho. El estómago no tanto. No vi a Silvia por ningún lado. Me levanté a duras penas y salí del coche. Estaba oscureciendo y el lugar no me era familiar. Dos metros más adelante estaba el macuto de Silvia en el suelo. Cerca de un árbol. Silvia apareció por detrás con algunas ramas y troncos pequeños. Al verme levantado, se acercó a mí.
- ¿Qué tal te encuentras? –preguntó preocupada
- Me duele bastante la cabeza. –contesté con resignación
- Te advertí que no te metieras con ellos. –dijo algo molesta
- ¿De que los conoces? –pregunté intrigado
- Tomas, el hombre que te ha dado la paliza, -relataba- era muy amigo de mi padre. Los otros dos, son sus sobrinos.
Me apoyé en el capó del coche. Estaba algo mareado. Silvia me ayudo a sentarme cerca del árbol. Mientras encendía una hoguera.
- Tuve que hacerte caso. –le dije
- Ya no tiene importancia. –una llamarada casi me abrasa- Entremos un poco en calor. Aunque estemos a la intemperie, será mejor que estar dentro del coche.
Me explicó que ellos mismos me metieron en el coche, y como cortesía por la amistad con su padre, no me hicieron más. Cuando pudo sacar unas ascuas del fuego, colocó un recipiente metálico en ellas. Vació un bote de lentejas precocinadas y esperó a que estuvieran lo suficientemente calientes. Me tendió una cuchara, se colocó a mi lado y ambos comimos del recipiente. Silvia, cada vez me parecía mejor persona. Hicimos turnos para dormir. Cada dos o tres horas uno hacia guardia. Por suerte, no tuvimos problemas. En mi último turno, esperé a que se despertase. Estaba metida en un saco de dormir. Me quedé observándola. “¿me estaré colando por esta chica?” Cuando se despertó, serian alrededor de las diez de la mañana. El sol calentaba y el día era esplendido. En uno de los vasos metálicos calenté algo de agua. En el que disolví un sobre de café que recogí de la tienda.
- ¿Te gusta el café? –pregunté ofreciéndola
- ¡Oh por dios sí! –contestó- encima calentito…
Enseguida preparé otro para mí. Al terminar, recogimos todo y lo metimos en el coche. Al sentarnos de nuevo, le pregunté si de verdad quería acompañarme a buscar a mi familia. Ella afirmó y nos pusimos en marcha. Al no conocer el lugar, me fue indicando por donde vino cuando me trajo inconsciente. Tras unos minutos nos incorporamos de nuevo a la carretera principal. No todo iba a ser de color de rosa. Allí nos estaban esperando Tomás y sus sobrinos con mi Ford. Me quedé pasmado sin saber qué hacer. Silvia tampoco se pronunció. Se bajaron del coche, cada uno con un arma distinta. La llave inglesa me era familiar. Los otros dos con un hacha y una barra de metal, respectivamente.
- ¡Venga! ¡Bajad del coche! –gritó Tomás
Silvia bajó la ventanilla y se asomó.
- Tomás, creo que ya tuvo suficiente. Lo ha entendido. –trató de persuadirlo
- ¡He dicho que bajéis del coche! –gritó mucho más enfadado.
Esta vez note a Silvia más aterrorizada. Lo que me asustó si cabe aún más. Nos miramos con temor. Pero al final accedimos. No sin antes guardarme el puñal en la parte de atrás del pantalón. Silvia lo vio, pero no dijo nada. Esta vez creo que me estaba dando la razón. Cuando nos bajamos comenzaron a acercarse. Nosotros permanecimos junto al coche.
- Silvia, cariño. No sé qué le has visto a este pringado. –dijo burlescamente el más alto.
- Ja…-rio Silvia-… ¿no me digas que aún no lo has superado?
¿Superado? ¿Qué tenía que superar? Entonces me di cuenta. Tenía que ser su ex novio o parecido.
- Vete a la mierda, puta. –la insultó
- Vete a la mierda tú, tío. Entre nosotros no hubo nada. –le recriminó- Tonteamos un poco y punto. Pero no. Tu tenías que ir mas allá.
- ¡Callaos ya! –gritó Tomas- Silvia, no tengo intención de haceros nada. Al menos a ti no, si colaboras.
- ¿Qué quieres? –me atreví a intervenir
Tomas se dirigió hacia a mí con violencia.
- ¿Quieres que te reviente como ayer? –se quedó a escasos centímetros de mi cara
- No. –dije firme, aunque me temblaba todo por dentro- Solo quiero irme de aquí sin que haya más violencia.
- Eso mismo quiero yo. –levantó una mano- Dame las llaves.
No podía ser. Otra vez no. Y menos tan lejos de cualquier pueblo o ciudad.
- ¿Es que no me has oído? –me agarró del cuello
Enseguida me llevé la mano a la espalda. Saqué mi puñal y lo clavé en el cuello. La sangre me salpicó en toda la cara. Empezó a decir algo pero no le entendía. Se llevó las manos al cuello y gorgoteaba. En ese momento, los otros dos corrieron a socorrer a su tío. Yo me quedé paralizado. Había acuchillado a un hombre vivo. Una cosa era hacerlo con los infectados, y otra cosa diferente era esto. Miré a Silvia, que me miraba aterrorizada. Uno de los chavales me golpeó con la llave en el hombro. Retrocedí unos metros más atrás, dolorido. Pero cuando el segundo se me acercó, Silvia se tiró encima de él haciéndolo caer al suelo. El forcejeo lo ganó el chico. Cuando la tuvo boca arriba y se disponía a golpearla con la barra de hierro, corrí hacia ellos, dándole un empujón. Entre el dolor del golpe con la llave y la caída, vi las estrellas. Mi puñal salió volando. Quedó cerca de Silvia. Que se apresuró a cogerlo, mientras el chaval de la llave se disponía a atacarla. Ella se lo clavó en el costado. El chaval se retorcía de dolor en el suelo. El destino quiso que la barra de metal que el otro joven blandía, no acertase a golpearme. Si lo hubiera hecho, seguramente no lo hubiera contado. Me levanté lo más rápido que pude y me abalancé contra él. Nos dimos puñetazos por todos lados hasta que Silvia le dejó inconsciente con su propio arma. Cuando los dos nos cercioramos de que no corríamos más peligro, nos abrazamos. Temblábamos.
- Ayúdame –me susurró al oído.
Cuando me retiré, descubrí toda la ropa de su costado izquierdo empapado de sangre. Se desplomó sobre mí.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 5

El sudor me caía por la cara. Llegando a meterse dentro de mis ojos y la boca. Con un sabor salado que no me gustaba en absoluto. Aunque dada la situación poco me importaba. La poca luz que nos entraba era a través de la pequeña apertura de la puerta del armario. Por suerte no se percataron de nuestra presencia allí dentro. Se nos notaba nerviosos. Tras oír el crujir definitivo del cristal, escuchamos perfectamente como entraban a la tienda. Los golpes hacia la puerta de aquel despacho era insignificantes comparados con los que daban fuera. Por alguna extraña razón deambulaban por allí sabiendo que por algún lado estaríamos, sin encontrarnos. Entonces es cuando comprobé que no eran muy inteligentes. Los podíamos escuchar gemir, dando por hecho que eran muchos. En cualquier momento descubrirían nuestro escondite y por mucho que atravesase cráneos, más pronto que tarde nos engullirían. Mientras no atravesasen esa puerta tendríamos una posibilidad de sobrevivir. Cada vez que alguno golpeaba la puerta, los dos dábamos un pequeño respingo.
- Creo que solo se están golpeando sin intención de entrar. –susurré
- Eso pensaba yo –contestó
- ¿Cómo te llamas? –pregunté- Me gustaría saber tu nombre antes de morir a manos de esas bestias
- Me llamo Silvia. –contestó con una leve sonrisa
Me presenté y como se suele hacer en estos casos, nos dimos dos besos en las mejillas. Nos quedamos un buen rato en silencio. La preocupación por todo aquello nos impedía mantener una conversación aunque lo intentamos en varias ocasiones.
Tras varias horas allí encerrados, ambos teníamos sed. Silvia recogió su mochila antes de entrar allí, y con la cantimplora a medio llenar nos calmamos un poco. Dábamos sorbitos pequeños, simplemente para no tener la boca seca. Al no escuchar tantos gemidos y golpes, suspiramos un poco. Se estaban marchando, o eso creíamos.
- Si quitamos ese respiradero, podremos ver algo del exterior. –sugirió.
Tenía razón. En la pared de mi derecha, casi rozando el suelo había una rejilla metálica de unos veinte centímetros. Se podía ver algo del exterior. Justo por el lado de los surtidores. Con mucho cuidado y sin hacer ruido, salí del armario. Saque mi navaja del bolsillo y traté de aflojar los tornillos. El primero me costó un poco. De hecho chirrió tanto que algún infectado de fuera gimió. Me esperé un rato para aflojar el segundo. Al terminar con todos, pude retirar la rejilla sin dificultad. Al otro lado, a unos treinta centímetros había otra rejilla. Pero me percaté que le faltaban algunos tornillos. Con algo de agilidad, y con el puñal pude doblarla. No tenía una visión perfecta, pero podía ver como un grupo numeroso se estaba alejando de la gasolinera. Le hice un gesto de “OK” a Silvia, y ella me respondió con otro igual, pero con una sonrisa que me cautivó. Me quedé embobado mirándola.
- ¿Qué pasa? –me preguntó extrañada.
- Nada, -susurré- había escuchado algo –traté de disimular.
Me volví a tumbar para mirar lo que sucedía afuera. Tras comprobar que se seguían marchando, me volví hacia el armario.
- Puedes salir. –le dije- Si seguimos sin llamar la atención, se terminaran marchando.
- Prefiero quedarme aquí. –dijo con cierto escepticismo.
- Te entiendo.
Entendía que allí se sintiese más segura. Aunque no valiese la pena en caso de que nos atacaran. No insistí. Me quedé sentado en el suelo, justo al lado de la puerta. Ella la mantenía abierta. Así nos podíamos ver. Las siguientes dos horas no hablamos nada. Manteníamos la mirada fija en un punto. Quizá asimilando un poco toda aquella situación. Pensaba en mis padres y en mi hermano. “¿Habrán sobrevivido?, si yo estuviese en el piso de Madrid, me hubiera quedado encerrado igual que hice en la casa de aquí.” Si todo iba bien, en pocas horas podríamos salir de allí y podría ir a buscarlos.
No recuerdo cuando me quedé dormido. Pero al despertarme, me di cuenta que me miraba fijamente.
- Me he quedado dormido. –ella ya lo sabía- ¿He dormido mucho? ¿Tú has dormido algo?
- No puedo dormir. –contestó- Al ver que no pasaba nada, te he dejado dormir. Tenía pensado despertarte si ocurría algo.
- Voy a mirar afuera.
Me levanté y me sorprendí de que fuera ya de noche. Algunos infectados aun vagaban por allí, pero no era ni la cuarta parte de lo que vimos por la mañana.
- Aún quedan unos cuantos. –me levanté- ¿Quedará alguno dentro de la tienda?
- Sí. Los he escuchado andar y chocarse contra las estanterías. –dijo en tono cansado
- Deberías descansar. Se te ve agotada. –propuse al verla
Me miró con cara de pena, y se acurrucó sobre sus piernas doblabas. Metiendo la cabeza entre las rodillas. Sabía que estaba llorando. Me acerqué y me metí dentro del armario, a su lado.
- Venga, tranquila. Saldremos de esta. –traté de animarla
No se movió de cómo estaba, y preferí no insistir. Para cuando me quise dar cuenta de nuevo, me había dormido otras dos horas. Estaba muy cansado. Agarrotado. Miré hacia Silvia y había levantado ya la cabeza apoyándola contra la pared. Estaba dormida. Quise mirar de nuevo por el respiradero, pero no se vería nada. Así que me quedé allí hasta que amaneciese.
Estando medio dormido y medio despierto a la vez, el ruido de pisadas muy rápidas en el exterior me alertó. Incluso estaban hablando. Uno le daba órdenes a otro para que matase a un infectado. Se escuchó como caía al suelo. Cayeron al menos diez antes de escuchar el ruido del motor de mi Ford.
- ¡Joder! –caí en la cuenta de que las llaves estaban puestas- ¡Mierda!
Silvia se despertó asustada.
- ¿Qué pasa? –se levantó del armario aterrada.
- ¡Mierda! –el coche se ponía en marcha y se alejaba.
- ¿Quién hay fuera? –estaba aterrorizada
- Pues unos que se han llevado mi coche y para colmo con todas mis cosas. –informé cabreado
- Y el depósito lleno. –terminó diciendo
Di una patada a la silla y esta salió disparada hacia la pared. Me hice mucho daño, pero en ese momento no me importó. Estaba cabreado. Al darme cuenta del ruido que había provocado, pensé en los infectados de la tienda. Ambos nos quedamos unos segundos en silencio. No oímos nada. Acto seguido, retiré la mesa de escritorio y abrí cautelosamente la puerta. Al abrirse para afuera, me costó un poco debido a todas las cosas que había tiradas por medio. No había peligro aparente. Aun así desenfundé mi puñal. Salí con excesivo cuidado pisoteando todo bajo mis pies. La estantería que colocamos para bloquear la puerta principal estaba movida lo suficiente para que pudieran entrar fácil de uno en uno. Pero tal como entraron, se fueron. Miré detenidamente por las ventanas hacia el exterior. Mi primera ojeada fue hacia donde dejé mi Ford. Constaté que me lo había robado. Maldije para mis adentros.
- Puedes salir Silvia. –dije mirando hacia el despacho.
Afuera, pude ver varios cuerpos tirados por el suelo. Seguramente abatidos por los ladrones. Antes de salir, di rápidamente otra ojeada para cerciorarme de que no había ninguno deambulando.  Respiré el aire cargado por el hedor que desprendían los cadáveres. Silvia me siguió. Se colocó a mi derecha.
- Quería darte las gracias. –rompió el silencio
- ¿Por qué? –me extrañé
- Por haber estado conmigo.
- Tampoco tenía otra opción. Nos quedamos encerrados juntos. Pero de nada. Aun así me hubiera quedado. –confesé
- Es igual. Gracias. –se colgó su macuto con intención de marcharse.
- ¿Te vas? –en cierto modo no quería que se marchase
- Sí. Creo que mi tiempo aquí ha terminado. Estaba con un grupo de amigos que habíamos acampado cuando empezó todo. Algunos salimos a buscar recursos. –relató
- Entiendo… -me resigné- Bueno Silvia. No ha sido la mejor forma de conocernos, pero igualmente, encantado de haber coincidido.
- Igualmente. –me guiñó un ojo y empezó a caminar por un camino de tierra.
Yo permanecí allí por unos minutos, tratando de poner orden en mi cabeza. Volví a la tienda, y recogí aquello que aún estaba intacto y lo guardé en una mochila recién estrenada. Ahora debía buscar un transporte nuevo, y sabiendo cómo llenar el depósito, lo haría en última instancia antes de marcharme. Caminé pueblo adentro con el fin de encontrar algún coche con las llaves puestas. Los que encontraba, o estaban cerrados bien estacionados o había algún infectado atrapado con el cinturón de seguridad. Esos por supuesto no los tocaría. Entonces es cuando lo vi. Un concesionario de coches. Desde el escaparate vi uno de alta gama con el que soñaría cualquier amante del motor. Mientras pensaba la forma de sacarlo de ahí, noté que alguien se acercaba. A paso muy lento y con mucha dificultad debido seguramente a alguna fractura en una de sus piernas. No entendía como lograba continuar moviéndose. Lo observé venir hacia mí. Necesitaba averiguar más sobre ellos. “¿estarían muertos? ¿Solo infectados y algo les hacía seguir hacia delante sin tener consciencia de nada?” sea lo que fuere, aquello me erizaba el vello. Esperé que llegue hasta mi posición, mientras sujetaba firmemente el puñal. Quedando solo un metro, quizá dos, levanté el brazo y le clave el puñal en el ojo. Le había pillado el tranquillo y lo saque inmediatamente antes de que se desplomase. Observé de nuevo a mí alrededor, pero era un solitario. Me concentré de nuevo en como entrar a por aquel capricho en forma de coche. No quería romper cristales y no tenía la más jodida idea de cómo forzar cerraduras. “¿Por dónde los guardaran?” por algún lado debían pasarlos, y la única puerta que veía era de peatones. Justo a la derecha había una portada de unos seis metros, que no coincidía para nada con la fachada del concesionario. Sin embargo no estaba techado, por lo que me dio una ligera idea. Con un cubo de basura con ruedas que había cerca, me elevé para inspeccionar el interior. Me alegró el día. Dentro había más coches colocados a ambos lados. Tenía pinta de ser un aparcamiento para los coches del taller. Me colé dentro de ese parking y girando a la izquierda descubrí la entrada de los vehículos del concesionario. Probé a girar el pomo y este no opuso resistencia. Ya estaba dentro. Tan solo tenía que soltar unos bornes y la portada se abriría. Inspeccioné aquel lugar. Al pasar por todos aquellos coches de alta gama, me fijé en el reflejo. No me reconocía. Incluso fui consciente del olor a sudor que desprendía. Encontré un pequeño vestuario. El agua que salió al abrir un grifo de ducha, fue insuficiente. Quizá el sobrante de las tuberías. Miré en todas las taquillas. Encontré champú y lo tomé para utilizarlo. Dentro del aforador de un servicio, encontré el agua suficiente para, al menos lavarme la cara y los sobacos. En la oficina encontré el cajón de las llaves. Me guardé todas. Con el que yo creía que se accionaria el coche que quería, descubrí que aun funcionaba. Emitió un sonido agudo y los seguros del coche enseguida se abrieron, así como las luces interiores. Me senté en aquel coche, y disfruté de sus comodidades. Comprobé que tenía casi lleno el depósito. Aun así, tenía decidido volver a la gasolinera y llenarlo por completo. Aquel coche me maravilló. Negro por fuera, y de cuero marrón claro por dentro. El olor a nuevo me embriagó. Comprobé que arrancaba y enseguida lo apagué. No quería llamar la atención.
Conseguí hacerme paso entre todos los coches y abrir sin problemas la portada principal. Saqué el coche y puse rumbo de nuevo hacia la gasolinera. Coloqué todo en posición para cuando arrancase el motor que daba electricidad al surtidor. Esta vez me llevé las llaves conmigo, no quería perderlo de nuevo. Busqué aquello que Silvia accionó. Estaba justo detrás de la tienda. En un habitáculo enrejado. No encontraba ningún botón de accionado. Estudié aquel motor y vi que disponía de un tirador. Enseguida que estiré, aquello comenzó a funcionar. Al volver hacia el surtidor me quedé atonito.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

The Walking Dead. Review 7x06

Ya está el nuevo episodio de la séptima temporada, capitulo seis. A partir de ahora, todo lo que leas es parte de la trama del episodio y por lo cual si no lo has visto, no sigas leyendo. Porque desvelaré lo que ocurre y podrías llevarte un spoiler.
Comenzamos.
En la escena pre créditos, nos muestran el amanecer en una playa. Dos mujeres están hablando, de las cuales una de ellas es una niña. Que está emocionada por matar un caminante. Cuando se dispone a matar a otro, nos descubren que es Tara. Que aún no sabemos cómo ha acabado de naufraga en aquel lugar. Las dos mujeres hablan sobre que hay que matar tanto a los caminantes como a cualquier persona viva que se encuentran. La mujer mayor le pide que por favor no lo haga y que no se chive al resto de la gente. Por lo que suponemos que no están solas y que hay una nueva comunidad. La niña se enfada y se marcha. Además, le dice quiere matarla. Me da escalofríos. La otra chica arrastra a Tara, aun inconsciente, tierra adentro.
Después de los créditos iniciales, retrocedemos en el tiempo para ver a Heath y Tara hablando en su caravana. Discuten sobre lo poco conseguido, y sobre todo de lo que hicieron en la estación satélite, cuando atacaron al grupo de Negan que allí estaba instalado. Hablan de que no le gusta lo que hicieron para sobrevivir, y que no son así. Pero Tara le dice que si quiere seguir sobreviviendo en este mundo, tendrá que seguir haciendo cosas que detesta. Tara mira una pistola que tiene grabado el símbolo de Los Salvadores.
Avanzamos de nuevo en el tiempo, para ver a la chica de antes ya en la comodidad de su refugio. Mira un reloj y decide ir de nuevo a la playa para ayudar a Tara. Aún está inconsciente, o lo simula. Aquella mujer le deja dos botellas de agua, un pescado y su lanza. Cuando se aleja, Tara abre los ojos, y bebe agua. Siempre vigilando a aquella mujer. Coge las provisiones que le ha dado y la sigue hasta el campamento. Que está en mitad de un bosque. Allí observa cómo viven, que hay niños… etc. Entonces se da cuenta, de que no hay hombres. Son una comunidad de mujeres. Lideradas por una mujer. Cuando aquella gente se da cuenta de que Tara está merodeando por allí, la empiezan a disparar. No sé si con ánimo de matarla, como dicen más adelante o para capturarla. Tratando de escapar ataca a una de las mujeres que la persigue, dejándola inconsciente. Hasta que se topa con la niña de antes, que tiene un arma, y muchas ganas de matar. La acorralan y le explica que solo quiere irse de allí. Cindie, la mujer que le ayuda en todo el capítulo, vuelve a hacerlo.
Retrocedemos en el tiempo para ver que Heath y Tara han llegado hasta un puente bloqueado con contenedores. Al subirse en ellos, descubren que allí vivía gente pero que algo les salió mal. Deciden atravesar el puente y se topan con un montón de arena. Tara tratando de recuperar una mochila, acaba moviendo ese montón de tierra y a todos los caminantes que se habían quedado atrapados ahí. Empiezan a luchar contra ellos, pero son muchos. Acorralan a Tara y Heath, que incapaz de ayudarla desaparece tras unas lonas. Todo parece indicar que la abandona.
Volvemos a avanzar en el tiempo, y nos muestran un cuadro de la nueva comunidad. Oceanside. La líder de Oceanside y su gente de confianza, hablan de que primero quieren escuchar la historia de Tara, que se encuentra esposada a un radiador. Discuten sobre que habían acordado matar a todo el que penetrara sus fronteras y así evitar tonterías. Se presentan a Tara como Natania (su líder), Kathy y Beatrice como sus segundas al mando. Interrogan a Tara, que miente a medias, y ellas lo saben. Cuenta que tratando de liberarse de los caminantes del puente, cayó al agua. Pide que la dejen ir, pero no lo tienen claro, pues creen que Tara es del grupo de Los Salvadores. Lo que nos indica que también estuvieron bajo el yugo de Negan y escaparon. Le dicen que se lo tienen que pensar y se van.
Siendo de noche, la acompañan a la casa de Natania, que la invitan a cenar. Natania, sigue interrogando a Tara algo menos agresiva, y le dice que no siga mintiendo. Tras cenar efusivamente, le pide que no se marche. Que se una a ellas, para mantener su pueblo en secreto e incluso se ofrecen a buscar a Heath. A Tara no le cuadra, pues le pregunta por los hombres del pueblo. Entonces Tara le cuenta la verdad sobre Alexandria y lo que hicieron con los hombres de Negan. Le ofrece el apoyo de Alexandria. Natania, accede a acompañarla con alguien de su gente para ver cómo viven y si se pueden fiar de ellos. Pero es una trampa. Pues vemos por la mañana cuando la están acompañando al puente, que la disparan cuando trata de matar a aun caminante. Tienen una lucha en la que cuando está acorralada, aparece de nuevo Cindie para ayudarla. La acompaña hasta el puente que está lleno de caminantes. Como ya dijo Cindie, es una buena tiradora y que corra mientras ella mata caminantes. Mientras huye de los caminantes del puente, nos muestran como Heath no la abandona y como cae al agua. Ya fuera de peligro, una vez más AMC nos intentan hacer creer que alguien ha muerto para luego mostrarnos a un caminante que solo se parece al personaje en cuestión. Tara ve que Heath se ha ido con la autocaravana y encuentra una tarjeta que indica “PPP”. No sé qué quiere decir, la verdad. Se va caminando hacia Alexandria, aun creyendo que su novia está viva. Entra en una tienda de suvenir y encuentra un muñeco con forma de médico. En su camino se la ve con unas gafas de color rosa y al llegar a Alexandria, Eugene que está vigilando la ve. Le abre la puerta y sin palabras, le dice que su novia murió. En la enfermería esta Rosita que imaginamos le cuenta como murieron Glenn y Abraham. Le dice si vio alguna pista de donde vive Negan, pero esta le dice que no sabe nada.
Mi valoración general del capítulo es muy baja. No me ha gustado nada, aparte de descubrir otro grupo que seguramente termine uniéndose a Alexandria, The Kingdom y Hilltop para la guerra contra los Salvadores. Desconozco si aparecerán más comunidades, pero recordemos que en The Kingdom su fuerte es que son luchadores, en Hilltop tienen alimentos, en Oceanside muchas armas, y por ultimo Alexandria que seguramente sea el nexo de unión de todas las comunidades así como la experiencia y la estrategia.
En el apartado de similitudes con el comic, tengo que reconocer que no he llegado a la parte donde aparece Oceanside, pero por lo que he podido leer por Internet si aparecen. En cuanto a Tara, me tienen muy confundido. Es un personaje que solo aparece en la serie. Y que le den un capítulo entero para ella puede ser por dos razones. Que vaya a morir pronto, como pasó con Beth en el hospital de Atlanta. O que vaya a tomar el rol de otro personaje del comic del que tengo algunas pistas, pero no certezas.
Esto ha sido todo. Si te ha gustado, comparte en tus redes sociales y deja tus comentarios. Me ayudaran a mejorar.
Un saludo.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 4

Voy a pasar la noche en el coche. He encontrado un lugar seguro en un camino de tierra a unos cinco o seis kilómetros del pueblo. Menuda decepción con el campamento militar. No fue difícil encontrarlo. Ya que había varias indicaciones pintadas con spray por todo el pueblo. Se había instalado en el pabellón municipal de deportes, a tres kilómetros de la salida del pueblo. Cuando he llegado hace un rato, estaba todo destartalado. No tuve duda de que los infectados, y supongo que muchos, les atacarían. La entrada estaba bloqueada por dos camiones militares y el tanque que vi por mi casa en medio de los dos. Aun así era fácil entrar. Al llegar me encontré con varios infectados merodeando alrededor de los camiones. Pero el ruido del coche hizo que los que estaban dentro salieran en mi búsqueda. Eran muchos. Así que no dudé por un momento en marcharme de allí. Di la vuelta y tome dirección a Madrid. Y aquí estoy, en un camino de tierra fuera de la carretera principal. Imagino que por aquí no se me acercaran mucho. No hace mucho frio, pero en cuanto sea más de noche tendré que arroparme bien. No quiero quedarme sin gasolina por poner la calefacción. Esto es una mierda de verdad. Callejeé por el pueblo, evitando a los infectados que veía. Incluso tuve que conducir unos metros por una acera porque varios coches bloqueaban la calle. Pero ni un solo vivo. Quiero creer que no debo ser único ser vivo no infectado del planeta. Por la mañana volveré al pueblo y trataré de conseguir gasolina. Aun me queda tres cuartos de depósito, pero nunca se sabe lo que pudiera pasar. Además, viendo el panorama no es de extrañar que los empleados de la gasolinera no estén ahí para atenderme. Cuando recuerdo la pelea contra esos dos infectados de mi casa, me tiembla todo el cuerpo. No lograba sacarme la imagen del cuchillo sangrando y el ruido que hizo cuando entró por el ojo. Desconozco la anatomía humana, así que no sé cómo se llama aquello que crujió cuando entró. Tengo el vello erizado de nuevo al recordarlo. Al terminarme la bolsa de patatas, caí en la cuenta de que no podía sobrevivir solo con eso. Por lo que si en la gasolinera no me ponían objeción tomaría prestado algunas cosillas para ir tirando. Mi plan, hasta este momento, es ir a Madrid. Al menos hasta los alrededores. Con un poco de suerte, trataría de llegar hasta casa de mis padres. No era muy optimista al respecto, pero tenía que ser consciente de lo que me pudiera encontrar. Si este pueblo era complicado transitar sin toparse con algún infectado, incluso con grupos más o menos numerosos, tenía la seguridad de que en una gran ciudad iba a ser mucho peor. En el asiento de al lado, tenía ya limpio el cuchillo. No le quitaba ojo. Era mi única arma para defenderme. Comenzaba a refrescar más de lo esperado. En el asiento de atrás tenía puesta una manta, de cuando transportaba al perro de mis padres. Quizá por vagancia nunca la quité, algo que agradecí. Me arropé con ella. Era más que suficiente. El viento soplaba más fuerte. Al estar en campo abierto era lo normal. Miré hacia el cielo y estaba despejado, así que no creí que hubiera tormenta. El tiempo por la noche se me hace eterno. Soy consciente de que debo descansar. Sin embargo, el temor a que me aparezca un infectado o varios, me impide que me relaje. Doy cabezadas de no más de diez o quince minutos. Hasta recuerdo lo que sueño y las pesadillas me hacen estar alerta. El reloj del coche parece estar en hora correcta, así que inconscientemente lo miro a cada momento. La rama de un árbol chocó contra la ventanilla del coche, y del susto me golpee contra el techo del coche. “joder, mierda, que susto” Para descargar adrenalina golpeé varias veces el volante con rabia. Cuando noté que me dolían las palmas, decidí que ya es suficiente. Me desvelé por completo. Aún quedaban dos horas para que fueran las seis de la mañana, hora en la que empieza a amanecer. Sería una locura acercarme a la gasolinera con tan poca luz. De la guantera saqué mi paquete de tabaco y me encendí un cigarro. Tenía ansiedad y la situación no ayudaba. Para no ahogarme bajé un poco la ventanilla. No mucho. Ya que no quería llevarme ninguna sorpresa en forma de mano. Sí, estoy algo paranoico. Desde mi posición la verdad es que si alguien se acercaba, lo vería casi al instante desde varios metros.
Por fín empezaba a amanecer. Casi no dormí nada. Desde el susto con la rama tan solo dormí ratos de media hora. Aunque creo que han sido reparadoras. Me dirigí hacia la gasolinera, que siguiendo la carretera de nuevo hacia el pueblo, es lo primero que ves. No tardé nada en llegar. En la primera ojeada en los alrededores no descubrí infectados ni gente normal. El coche lo dejé en la misma puerta. Al lado del surtidor. Por desgracia, el surtidor no me proporcionó la gasolina que necesitaba. Cuchillo en mano, me adentré en la tienda.
-¡Hola!
No me contestó nadie. Pasé sigilosamente entre las estanterías. Hasta la puerta donde indica “Privado”. Al abrirla, el cuerpo de una mujer que debía ser la empleada, esta tirada boca arriba y con mucha sangre reseca. Nuevamente me vino una arcada. Al comprobar que no había peligro, cerré esa puerta y me olvidé del cuerpo. Di un vistazo rápido al género de las estanterías. Detrás del mostrador encontré bolsas de plástico y guardé todo tipo de comida rápida. Bollería industrial, chocolatinas. Me fijé en una cristalera donde tenía un muestrario de navajas. Me guarde en el bolsillo una mediana. La hoja de unos cuatro dedos. Pero lo que más llamó mi atención, era un puñal de color verde con un filo de al menos veinte centímetros con su funda al lado para colgarla. Enseguida la tomé como mía. La coloqué en mi cintura. Me impresionó lo cómodo que podía llegar a ser. Mientras decidía que más me llevaba, me abrí un paquete de cruasanes. Lo llevé todo hasta el maletero. Ahora tenía que ver como sacaba la gasolina. Por más que apretaba el gatillo, aquello no funcionaba.
-Mientras no haya electricidad no va a funcionar. –escuché detrás de mi.
Rápidamente me di la vuelta e instintivamente saqué mi puñal. Me topé de frente con una chica joven. De estatura más bien baja. Algo rellenita. Con una coleta muy arriba. Portaba un macuto con esterilla. Vestía con pantalones verdes de esos con muchos bolsillos, y un abrigo deportivo de color azul, también con muchos bolsillos.
-¡Eh! ¡Eh!  ¡Tranquilo! –gritó a la vez que daba varios pasos hacia atrás con las manos algo elevadas.
Enseguida reaccioné, y me di cuenta de lo ridículo que parecía. Me disculpé y guardé el puñal de nuevo en su funda.
-Lo siento, llevo varios días de caos y eres la primera persona que me encuentro viva. –me disculpé.
-OK, te entiendo. –sonrió-tampoco he sido muy cuidadosa. ¿no ha sido buena idea hablarte de espaldas verdad?
Solté una carcajada. La primera en días.
-Pues no. Podía haberte hecho daño. Mucho daño. –advertí.
-El caso es que no lo has hecho. –prosiguió- Como te decía, estos trastos solo funcionan con electricidad. Y hace días que no llega en todo el pueblo
-¿Eres del pueblo? –pregunté obviando la respuesta
-Sí. Y ¿tu? –me preguntó observándome detenidamente.
-Bueno… -dudé- …digamos que llevaba unos meses viviendo aquí. Pero soy de Madrid.
-Por eso quieres llenar el depósito, para irte a tu casa. –afirmó- A ver si puedo ayudarte. ¿dejaste algo en la tienda?
-Sí, claro. –dije suspirando obviedad.
Para cuando la contesté ya estaba dentro de la tienda. Salió enseguida, y rodeo el pequeño edificio. Yo seguía quieto delante de mi Ford. Cuando de pronto sonó un estruendo. El ruido de un motor sonó tan fuerte que me asustó. Aquella chica apareció de nuevo.
-Prueba ahora. –me dijo mientras volvía a dentro de la tienda.
Coloqué la pistola en el principio del depósito del coche y apreté el gatillo. Aquello comenzó a gorgotear estrepitosamente. Luego noté como la manguera se endurecía. Hizo un ruido sordo y lo siguiente que noté me era familiar. Me salió una sonrisa pícara. Aquella chica me había solucionado el problema.
-¡Eh tú! –me dijo en voz tenue
Dirigí la mirada hacia ella. Estaba en la puerta dándome señales para que entrara.
-Yo ya he terminado. Muchas graci…
No me dejó terminar la frase.
-Déjate de tonterías. –la noté seria- Pásate para dentro ya, si no quieres ser pasto de esos bichos.
Las palabras me helaron. ¿Bichos? ¿Se refería a los infectados? ¿Había alguno cerca? Le hice una señal como que no entendía. Me señaló carretera adentro, en dirección al pueblo.
-La madre…
No terminé  la frase. Corrí a toda prisa hacia el interior. Si enfrentarme a dos infectados me pareció agotador, lo que vieron mis ojos me llenaron de angustia. El grupo más grande de infectados que había visto hasta el momento. Aquella chica, una vez que entré, me dijo que ahora volvía. Imaginé, por la dirección que tomaba, que fuera lo que fuera que encendió lo iba a apagar de nuevo. Si es cierto, que el ruido que hacia no pasaba desapercibido. Los infectados tampoco lo pasaron por alto, y el grupo se dirigía hacia aquí. Aguardé en la entrada a que volviese. Ya podía ver a los primeros que se acercaban y la chica no aparecía. El corazón me iba a estallar. Cuando hizo aparición me dio un buen susto.
-Ayúdame, tenemos que mover alguna estantería para bloquear la puerta. –ordenó.
Quitamos a toda prisa todo lo que había de la que teníamos mas cerca. Lo tiramos todo al suelo. Entre los dos, cada uno de una punta pudimos levantarlo lo suficiente para arrastrarlo. Nos agachamos detrás del mostrador.
-Son muchos –traté de hablar.
-Como nos hayan visto estamos muertos. –noté en sus palabras cierto grado de preocupación.
-Mierda, ya los oigo. Me pone la piel de gallina esos gruñidos.
-Joder, ya te digo. –secundó mi opinión
Varios pasaron de largo, pero uno se detuvo en la puerta. Lo golpeó levemente. Volvió hacerlo y el ruido atrajo a tres más. Se empezaban a agolpar. Saqué mi puñal recién adquirido y allí sentado esperé lo peor.
-Si permanecemos quietos y en silencio no te va hacer falta –susurró.
Aun así, me sentía más seguro con él en la mano. Tras la ventana que daba al mostrador con el exterior, se golpeó uno. Nos agazapamos si cabe aún más. La chica me agarró el brazo contrario al que tenía mi arma. Lo apretaba tan fuerte que me hizo daño en más de una ocasión. No le dije nada, porque yo estaba igual de asustado. Notamos como restregaba su cara por el cristal. Hasta que de pronto, el cristal de la puerta principal crujió. Nos miramos con espanto. Me incorporé como pude. Efectivamente, el cristal estaba a punto de romperse.
-¡Dios! ¡No! –maldije- van a entrar.
La chica comenzó a llorar. Al verla llorar de esa manera, me asusté mucho más. Entonces vi la puerta privada.
-Vamos –la ordené.
-¿A dónde? –preguntó asustada sin querer levantarse.
La sujeté del brazo y la obligué a levantarse. Corrimos hasta la puerta. Una vez dentro, observé de nuevo el cuarto. La empleada seguía en el mismo sitio. La chica se asustó al verla.
-Está bien muerta. No es como los de fuera. –intenté tranquilizarla.
Al fondo había un armario empotrado. Justo a la derecha una mesa de despacho. Entre los dos la movimos y la colocamos delante de la puerta, que cerramos con la llave que estaba encima de la mesa. Como último recurso, nos metimos en el armario. Por suerte tenía buen fondo. Nos quedamos ahí en silencio. O todo lo que se podía estar.

jueves, 24 de noviembre de 2016

The Walking Dead. Rewiew del 7x05

Muy buenas a todos. Quiero empezar a comentar los capítulos de la que creo que es la mejor serie de zombies. Como muchos sabéis está temática me encanta. Soy lector de los cómics y veo la serie. Además de estar escribiendo mi propia historia, aquí mismo, en el Blog. Quiero avisar de que hablaré con spoilers. Por lo que si no has visto el capítulo o leído los comics, te recomiendo que no continúes. 

Comenzamos.

El capitulo quinto de la séptima temporada, empieza con Maggie despertando en Hilltop. Después de ser atendida por el Dr Carson, le recomienda que se quede en la colonia para hacerle un seguimiento. Sasha, la está esperando fuera y Maggie le pregunta donde están enterrados Glenn y Abraham. En la tumba, hablan sobre lo que tenían ambos en el bolsillo. Sasha le entrega el reloj que Hersel regaló a Glenn. Aparecen Jesús y Gregory. Este último les pregunta por el ataque a Negan. Le explican que solo eran una avanzadilla, y que el ejército de Negan va mucho mas allá de lo que creian. Ante esto, obliga a Maggie a que se marche antes de que Negan y su gente se enteren. Ante la situación de embarazo de Maggie, Jesús consigue que al menos pasen una noche allí, y que él mismo las llevaría a Alexandria.

Después de la intro, volvemos a Alexandria. Carl y Rick estan discutiendo sobre que tienen que buscar suministros para cuando vuelva Negan. El chico sigue en sus trece y quiere seguir desafiando al del bate. Rick y Aaron se dirigen hacia el norte. Hay un momento entre Michonne y Rick en el que ella le besa en los labios demostrándole que está con él. Carl le recrimina a Michonne que no vaya con su padre y ésta le dice que no está de acuerdo, pero acata sus decisiones.
Carl descubre a Enid, volviéndose a escapar. Algo innecesario, pues por la puerta entra y sale quien quiere sin dar explicaciones. Pero bueno, queda bien en pantalla. Le dice que se va a Hilltop con Maggie. En un principio parece que Carl pasa de ella. Pero cuando vemos a Enid con una bicicleta y es atacada por dos caminantes, aparece con un coche atropellándolos.

Volviendo a Hilltop, tendríamos una conversación entre Sasha (demasiado protagonismo en el capítulo) y Jesús. En la que hablan sobre el liderazgo de Gregory. Todos saben que no es buen líder. Pero también nos muestran las inseguridades de Jesús. Siendo ya de noche, descubren las puertas abiertas, caminantes entrando, fuego y un coche con la musica a todo volumen. Es evidente que han sido Los Salvadores. Sasha y Maggie deciden actuar. Aquí nos muestran como la serie nos tira a la cara el posible futuro de Maggie. Si, como posible líder de Hilltop. Ya se que hago trampas por ser lector de los comics y sé que va a pasar. Pero, joder, es que te lo están tirando a la cara. Sasha matando zombies a cuchilladas. Jesús dando ostias como panes y patadas acrobáticas. Pero Maggie, siendo mas productiva, dando ordenes a la gente para que hagan esto u otro. Ni que decir de esa imagen de Gregory en la ventana escondiéndose como el meme de Homer Simpson. Para terminar con Maggie recordándonos que fue granjera, aplastando el coche musical con el tractor. Llevándose a varios caminantes por medio.
Una vez pasada la crisis, intentan convencer a Gregory de que se tienen que quedar por haberlos defendido. Pero no cede. Entre tanto aparece Simon, la mano derecha de Negan. Gregory ordena que se escondan en un armario. Aquí vuelven hacer una demostración de lo cabrones que son. He de decir que la conversación entre Simon y Gregory es memorable. Se pasan al despacho para hablar en privado y para que le enseñe un cuadro. Se nota que Gregory está cagado de miedo. Entonces es cuando decide mostrarles a Maggie y Sasha en el armario. Como era de esperar, Jesús se la juega sabiendo que Gregory terminaría por delatarlas. Para su sorpresa, se encuentran en el armario la caja de whisky caro que tanto le gusta. Simon se lo toma como una muestra de buena fe. Gregory tiene que fingir y pierde su tesoro. Para terminar, le hace arrodillarse para dejarle bien claro quién manda.
Los Salvadores empiezan a llevarse su tributo, siendo observados por Carl y Enid. No sin antes haberse dado un viaje en patines, curiosamente encontrados en una mochila. Aquí es cuando tenemos el momento romántico entre adolescentes. Ambos se gustan y ambos lo saben. Enid le dice que no hace falta que busque a Negan y que se quede con ella. Pero que sabe que lo hará de todas formas.
Gregory se reúne a escondidas con Jesús, Maggie y Sasha en el dormitorio de Gregory. Este le increpa a Jesús por haberlas escondido en otro lugar. Jesús se enfrenta a Gregory diciendo que ya no está al mando. Y que por supuesto Maggie y Sasha se quedan. Cuando Gregory se dirige a Maggie, ésta le da un puñetazo y le dice que ahora que se quedan aprenderá su nombre. Que no se llama Marsha ni querida ni cielo. Que se llama Maggie Rhee. Aquí escuchamos por primera vez que ha adoptado el apellido de su marido ya muerto. Los Salvadores se empiezan a ir, mientras son observados por Sasha y Jesús. Tienen una conversación en la que dejan entrever que quieren a Maggie como líder de Hilltop. Sasha, cuando se ha marchado Maggie, le pide a Jesús que averigüe donde vive Negan. Está claro que ella también quiere venganza.
Maggie encuentra a Enid junto a la tumba de Glenn. Que ha puesto los globos verdes que le dio el koreano. Maggie le regala el reloj de su padre y la adopta como "hija".
Afuera, aún están cargando los camiones y vemos a Jesús meterse en uno de ellos para descubrir donde vive Negan. En mitad del camino, Carl hace aparición sorprendiendo a Jesús. Que sonríe como si no le importará.

Conclusión final:
Capítulo necesario para conocer la situación en todas las localizaciones. Recordemos que en el primer capítulo conocimos las víctimas de Negan. En el segundo, que pasó con Carol y Morgan, y la introducción del Reino de Ezekiel. En el tercero, vimos El Santuario de Negan y como torturaban a Daryl. En el cuarto, nos mostraron la visita de Negan a Alexandria y su ya mítica frase: Te la he metido hasta el fondo y me has dado las gracias. Para el sexto, imagino que sabremos algo de Tara y Heath.

Ahora llega el apartado donde comparo comic vs serie.
En primer lugar, Michonne a tomado el rol de Andrea. Es decir, en el comic Andrea sigue viva y es la pareja de Rick. Además es muy buena francotiradora. Algo que nos intentaron hacer ver en la serie con Michonne practicando. Imagino que más adelante se convertirá en mejor tiradora.
Continuo con Enid y Carol. En el comic, Carol muere en la carcel y su hija Sofía es adoptada por Maggie y Glenn. En la serie, Carol tomará el rol de Michonne en cuanto a la trama con Ezekiel. Estoy seguro. En cuanto a Enid, en el comic no aparece, pero claramente está sustituyendo a Sofía. Ya vimos en el quinto episodio como es adoptada por Maggie.
En la trama de Daryl y "D", tengo que decir que no sé por donde van a ir los tiros. Recordemos que Daryl no sale en los comics, pero Dwigth si. Son personajes casi clavados. Ambos nombres empiezan por la misma letra. Ambos sienten pasión por las motos y las ballestas. Aunque si me tengo que mojar, diría que uno de los dos morirá. Y si me quiero coronar, diré que Dwigth sera el que la palme. Y me justifico. Daryl es muy querido entre los fans. Punto. Además, conociendo como acontecen los hechos en el comic, me aventuro a decir que Daryl nos hará creer que está de parte de Negan en algún momento.
Para terminar, Carl y Jesús, tanto en la serie como en el comic, llegan a El Santuario. Pero en momentos diferentes y separados.

Esto es todo, espero que os haya gustado y lo compartais en vuestras redes sociales. No os olvideis dejar vuestros comentarios.
Muchas gracias a todos.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 3

Perdí la noción del tiempo. Una vez me recuperé de golpe, instintivamente dirigí mi mirada hacia la ventana. Estaba amaneciendo, y por suerte, aquel individuo ya no estaba pegado al cristal. Busqué en mi botiquín un ibuprofeno. Aunque no estaba mareado, tenia cierto dolor en la parte posterior de la cabeza. En mi bolsillo aun tenia mi móvil. Marqué el numero de mi madre pero las líneas parecían estar colapsadas. Ni siquiera daba tono. Cada diez o quince minutos observaba la calle. Me quedaba observando los cuerpos de personas, imagino que sin vida, yacían entre la acera y la calzada. Era un sentimiento entre incredulidad, misterio y curiosidad. Encendí la televisión, y como era de esperar, los informativos mostraban imágenes de violencia entre civiles por todas partes del mundo. Me quedé asi pegado buena parte del dia. Aconsejaban no salir de casa, y mucho menos enfrentarse a aquellos que parecieran estar en estado de embriaguez. Algunos debates aseguraban de apocalipsis mundial. De cómo la humanidad estaba destinada a desaparecer.
Al caer la tarde, escuché ruido de megafonía por la calle. Enseguida, subí a la parte de arriba. Ya que desde la habitación de invitados, tenia mayor panorámica del exterior. La sorpresa era mucho mayor cuando vi vehículos militares. Hasta un tanque. Transitaban por la calle, avisando a la población. Y cuando veían a uno de los borrachos, lo acribillaban a balazos. No entiendo de armas, pero aquellas ametralladoras eran lo suficientemente potentes para dejarte como un colador.
- ¡A TODA LA POBLACIÓN! ¡QUEDENSE EN SUS HOGARES! - decía repetidamente desde la megafonía de un camión militar- ¡ENSEGUIDA LES PROPORCIONAREMOS UN PUNTO SEGURO! ¡REPITO! ¡ENSEGUIDA LES ACOMPAÑAREMOS AL PUNTO SEGURO! ¡NO SALGAN HASTA QUE DESPEJEMOS LA ZONA!
Algunos militares iban a pie, y sin piedad alguna remataban desde el suelo a quien les parecía una amenaza. Ni loco salía yo ahora a la calle. Ni siquiera cuando me digan que ya está despejado. Mas disparos de ametralladora mientras se alejaban. Aun asi, noté como varios militares miraban por las ventanas de las casas. Incluida la mía. Prosigueron su marcha y yo respiré aliviado.
Siendo ya de noche, y sin haber probado bocado alguno, me propuse a cenar. Encendí la freidora y puse en su interior una bolsa entera de croquetas “caseras” congeladas. Al menos eso es lo que indicaba la bolsa. A decir verdad, fue una cena tranquila. De hecho apagué la televisión. Ya tuve una racion de violencia suficiente. Nadie de mi familia se puso o no pudo, ponerse en contacto conmigo. Tampoco pude hacerlo yo. En ese momento cai en la cuenta, que podia tomar el aire sin exponerme a los borrachuzos o a los militares. Tenia un patio interior bastante majo y del que nunca había hecho uso. Las hierbajos tenían ya una altura de unos treinta y pocos centímetros. No me importó. Saqué el paquete de tabaco y disfruté de la calida noche. Cuando me invadió el sueño, me subi a la cama.
Otro dia amanecia. El reloj de la mesita estaba apagado. Asi que tuve que mirar la hora desde el móvil. Restaba un nueve por ciento de batería, asi que alcancé el cargador y lo enchufé. No cargaba. Me sorprendió, pues lo compré relativamente hace poco. Lo conecté y desconecté varias veces, pero nada. Al llegar al baño, y pulsar para encender la luz, este no respondio. Un sentimiento de agobio me invadió. Bajé corriendo las escaleras y comprobé los automáticos. Todos estaban en posición. “Mierda”, no hay electricidad. Di varias vueltas por la casa sin hacer nada en concreto. Pensaba en todo tipo de mierdas. “¿y si se ha ido el mundo a la mierda?” mi opinión al respecto estaba cambiando. Antes era mas exceptico con este tipo de cosas, sin embargo los últimos acontecimientos estaban cambiando algo en mi. Incluso mentiría si en algun momento no tuve miedo. Por un momento deseé salir a la calle. Aguanté todo lo que pude sin salir, esperando a que llegase de nuevo el ejercito dando el visto bueno para poder salir. El momento nunca llegó. Siendo las tres de la tarde, o al menos eso indicaba un reloj de mano que encontré entre mis cosas, me vestí lo mas comodo que pude. Con unos vaqueros de color azul oscuro y una camiseta negra de Extremoduro. Me guardé las llaves en el bolsillo y me planté en la verja de fuera. Giré la llave lo mas lento que pude, como si eso fuera a servir de algo. Pues el silencio que había era extremecedor. Abrí muy despacio la verja justo lo necesario para poder asomar mi cabeza. Miré hacia ambos lados de la calle. La ausencia de coches me ofrecia una amplia visión sin tropiezos. Pude contar al menos diez cuerpos inertes en toda la calle. En ese momento, es cuando mostre mi cuerpo por completo al mundo. Caminé tratando de no hacer ruido, algo casi imposible. Pues las pisadas sonaban como si llevase tacones. Al llegar a la calle del bar, aquello era más horrible. Si antes conté diez cuerpos, ahora a los veinte dejé de contar. “¿para que?” me dije a mi mismo. Tras haber recorrido tres manzanas, y no encontrar a nadie. Decidí que ya era suficiente exploración por el momento. Retrocedí mis pasos, sin dejar de mirar insistentemete hacia todos los lados. A escasos diez metros para llegar a mi calle, descubrí como dos individuos en estado de embriaguez, como informaron en la televisión, caminaban hacia allí. Me detuve al instante. “Mierda, mierda. Joder, estan en mi calle. ¿Cómo entro ahora en mi casa?” Me escondí detrás de un contenedor de basura, y esperé a que cruzaran la calle. Depues avancé hasta el cruce, apoyé mi espalda en la pared, y con movimientos rapidos intentaba mirar. Aquellos individuos con sangre por todas partes avanzaban por mi calle, sin conocer mi presencia justo a escasos metros mas atrás. “Venga tios, pasad de largo mi casa. Venga. Que lentos joder” rezaba para mis adentros. Tras asomarme como quice veces, por fin aquellos individuos sobrepasaron mi puerta. Aun asi, yo tenia que llegar hasta ella, y cerrar. Asi que me esperé un poco mas. Bueno, todo lo que se puede esperar. Cuando miré hacia atrás, vi como un grupo de al menos cinco de ellos se acercaban hacia mi, emintiendo unos sonidos que no reconocia. La piel palida y los ojos perdidos, asi como alguna que otra amputación, aceleró mi corazón hasta limites insospechados. Me di la vuelta y corrí hasta mi puerta. El ruido que hice, sobresaltó a los dos que casi había perdido de vista. Se dieron la vuelta y al verme, se apresuraron en mi búsqueda. Menos mal que la lentitud con la que se movia, me dio ventaja para cerrar con cierta seguridad la verja y ponerle un candado. Ya dentro de casa, me apoye contra la puerta y deje que mi corazón se repusiera. Me temblaban las manos de tal manera que me asuste de verdad. Por si fuera poco, los golpes de brazos golpeando la verja de casa me cortó la respiración por varios segundos. “Ostia, ostia” con la brutalidad con la que lo hacían, era cuestión de minutos que se rompieran las manos. Incluso los codos. Yo que se. Eran muy fuertes e insistentes. Poco después mas infectados se unieron a la fiesta. Subí corriendo las escaleras, y miré por la ventana. Pude contar hasta ocho golpeando. El ruido estaba provocando que apareciesen de todas partes. “¿No me jodas que he tenido que llamarles la atención yo solo?” me quedé allí paralizado sin saber que hacer. Esa era la única entrada y única salida. Y viendo lo que hacen cuando te infectas, la verdad, estaba jodido. Me caia un sudor frio por la frente. Mi pierna derecha no paraba de moverse nerviosamente. Ante tal histeria, me fui hasta el patio. Con ayuda de una escalera subí el muro para mirar desde arriba. Lo único que pude ver era el patio del vecino de enfrente. Llegado el momento, me daba igual si los vecinos me veian asaltar su patio. Pero debía estar preparado por si aquellas bestias lograban entrar en mi guarida. Estuve allí subido un buen rato. Entre otras cosas, con la esperanza de que si el vecino estaba en casa me viese. Era mejor avisarle que encontrármelo de repente. No noté movimiento en la ventana que da a su patio, asi que fui de nuevo a observar a los infectados. Como si observándolos se fueran a ir.
Tras varias horas allí de pie, descubrí que son incansables. Bien es cierto que la gran mayoría se había marchado, aun quedaban como dos o tres que continuaban aporreando la verja. Por suerte esta no cedió ni un milímetro. Algo que agradecí enormemente al constructor. Cuando por fin el ultimo se se dio la vuelta, imagino, alertado por otra cosa o persona, respiré aliviado. Algo que me llamó poderosamente la atención, fue que los militares que el dia anterior nos avisaban, no aparecieron en todo el dia. No le di demasiada importancia, pues tendrían mucho recorrido matando a esas fieras. Sin embargo, salvo yo, ningún otro vecino salió a la calle. Ni siquiera cuando yo lo hice. Busqué entre mis pertenencias que aún no saqué de la mudanza, una radio pequeñita que recordaba que tenia. Funcionaba a pilas. Por suerte, a parte de encontrar la radio, me apoderé de una linterna. No recordaba haberla guardado, pero ahora me venia genial. Estaba anocheciendo, y pasar la noche sin algo de luz me ponía los pelos de punta. La radio aún funcionaba. A pesar de tener unas pilas muy viejas. Ninguna emisora radiaba nada. Probé en AM y FM alternativamente. La apagué con la esperanza de volver a probar mas adelante.
Recuerdo que casi no dormi esa noche. Daba cabezazos esporádicos pero enseguida cualquier ruido me despertaba. Fue horroroso. Con los primeros rayos de sol, tenia planeado salir con el Ford escopetado de allí. Pero debía hacerlo bien. Sin infectados cerca. Me vino a la mente unas imágenes de un militar que pasó por mi calle. Que mezcladas con las del policía de días antes que disparó varias veces y no les hacía nada. Recordé que aquel militar en concreto, les clavaba el puñal a los caidos. En una mochila preparé lo que creía que fuera hacer falta. Como alguna muda, camisetas, la radio, la linterna, etc. Y de la cocina, cogí un cuchillo de chef de los más grandes que había. Nunca lo utilicé, así que afilado debía de estar. Levanté manualmente la portada del garaje. Cuchillo en mano, abrí la verja pequeña. Miré de nuevo hacia ambos lados. “joder”. Vi a uno a unos quince metros a mi derecha. Estaba como adormilado, pero de pie. Quieto y con la cabeza para abajo. Respiré profundamente varias veces y fui directó hacia el individuo. Este se dio cuenta enseguida de mi presencia. Enseguida se reactivo y comenzó a caminar hacia mi gruñendo. A menos de dos metros, en el momento menos idóneo, me entraron las dudas. Sujetaba firmemente el cuchillo, pero mi inseguridad hizo que me agarrase de la camiseta y me tirara al suelo. El tambien cayó y rodó un metro. Eso me dio ventaja, pero enseguida se levantó hacia mi. En ese momento forcejeé con él tratando de tirarle al suelo. Pero era jodidamente fuerte. Con todas mis fuerzas le empujé hasta el cristal de un coche. Pude zafarme de él. Era el momento de clavarle el cuchillo, pero no podía. Algo dentro de mí, me impedia alzar el brazo y dejarlo caer sobre su cara. Hasta que por fin, casi sin pensarlo lo hice. Le clavé el cuchillo en la mejilla. No fue suficiente. Seguía moviéndose y tratando de agarrarme. La imagen del cuchillo en la mejilla y viniendo hacia mí era asquerosa. Como pude, sin tocarle, saqué el cuchillo mientras andábamos, él para delante y yo para atrás. En un segundo intento, acerté en el ojo izquierdo. En ese momento se desplomó hacia delante. Quedó tendido boca abajo con el cuchillo aun más adentro que cuando se lo clavé. Cuando respiré asimilando lo que hice, me vino una bocanada. Despues una arcada y por fin vomité. Fue rápido. Tampoco tenía nada en el estomago. Pero el olor que desprendía y el hecho de haberle clavado a un hombre un cuchillo de cocina, me dio otra arcada. Recuerdo que hasta lloré un poco. Cuando me percaté de la presencia de otro infectado. Esta vez era una mujer. Lo podía distinguir perfectamente. Los pechos los tenía afuera. Calculé que debía tener como unos treinta y pocos años. Y a pesar de estar sumamente jodida por la enfermedad, en su momento debió ser muy sexy. Se acercaba torpemente. Me quité la camiseta y moví la cabeza del infectado al que había matado. Con cierta dificultad pude sacarle el cuchillo. Me volvió a dar otra arcada al ver como chorreaba de sangre espesa y negra. Me acerqué con precaucion a la infectada de grandes pechos y apunté de nuevo al ojo. Esta vez lo hice mejor, y lo clavé perfecto. Incluso me dio tiempo a sacarlo antes de que se desplomarada sobre mis pies. Di un pequeño saltito hacia atrás, como no queriendo que me rozase nada de ella. Miré hacia ambos lados y todo despejado. Solo tuve que pelear contra dos. Abrí la verja grande y me subí en el Ford. Arranqué y salí escopetado de allí.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 2

Diez minutos antes de que sonara el maldito despertador, las voces de dos personas discutiendo en la calle terminaron por colmar mi paciencia. “¿Qué cojones hacen discutiendo a las cinco de la mañana?” Yo permanecí en la cama hasta que la alarma del móvil sonó. Solo le dejé dar dos segundos de sonido. Enseguida lo apagué. Levanté la persiana para ver si aquellos sinvergüenzas aún seguían allí. Para mi sorpresa, descubrí como una patrulla de la Guardia Civil metía a los alborotadores en la parte de atrás del todoterreno de los agentes. No tardaron en irse. En ese momento, me llegó un mensaje al móvil de mi compañero. Me pedía el favor de ficharle cuando llegase, ya que había pasado mala noche y tardaría en llegar. Sabiendo cómo estaban las carreteras la última vez, me di prisa en vestirme y no me demoré en salir con el coche.
Mientras conducía por la travesía en dirección a la salida del pueblo, observé cierta normalidad. Estaba claro, que los primeros efectos de las noticias sobre enfermedades, se disipaban pasado cierto tiempo. Además, la gente tiene que seguir trabajando para pagar las facturas. Llegué con bastante tiempo a la puerta de la Fábrica. Al fichar, recordé el mensaje de mi compañero y tuve que retroceder para buscar la ficha. Enseguida me puse a trabajar, olvidándome de él por completo. Sobre las diez y cuarto dejé las herramientas y me fui a la máquina de café. Enseguida caí en la cuenta que, mi compañero no había llegado aún. Si me pillaban habiéndole fichado, sería una falta grave.
- ¿Dónde está tu compañero? –una voz grave sonó a mi espalda.
- Ha ido al baño… -traté de excusarle
- Cuando vuelva, dile que venga a verme. –se dio la vuelta y caminó con el móvil en la oreja.
Menudo imbécil este tío. Desde que pedí el traslado, me tiene entre ceja y ceja. No lleva muy bien que un forastero lleve el mantenimiento de sus máquinas, y mucho menos que sin mis conocimientos no tendría aun la Fábrica en pie. Pero ahora me estaba preocupando Paco, mi compañero. Traté de contactar en múltiples ocasiones, pero siempre saltaba el contestador. Se me pasó por la cabeza ir a buscarle a su casa, pero ni siquiera sabía dónde vivía. De hecho, no mantenía una relación amistosa con casi nadie de allí. Por lo que volví de nuevo a la faena.
Siendo casi la hora de salir, vi un grupo de operarios que miraban un video en un móvil. Me acerqué para ver qué pasaba. Al ver que era otro video de los que rondan por internet, di media vuelta. Pero uno del grupo se sobresaltó.
- Dios, tío! –gritó- que asco.
La intriga hizo que retrocediese y pidiera que me dejaran ver. Mis ojos se abrieron de par en par al reconocer la plaza desde donde estaba grabado el video. No era otra que donde jugaba de pequeño en Madrid. Si bien desconocía a los actores, la violencia era prácticamente real. Todo era muy real. Como los policías disparaban a quemarropa a aquellos individuos y como se agolpaba la muchedumbre para sacar sus dispositivos y grabar.
- ¿Tú no eras de Madrid? –me preguntó sobreexcitado uno de los operarios
Asentí con la cabeza, tratando de seguir viendo aquel video. Que eso estuviera ocurriendo en un lugar conocido para mí, despertó una curiosidad enorme. El video terminó, y pedí por favor si podía volver a ponerlo desde el principio. Aquel video me dejó conmocionado. A mitad de reproducción, los altavoces de la planta comenzaron a emitir un llamamiento por parte de los guardas de seguridad.
- ¡Atención! ¡Atención! Se ruega a todo el personal que se reúna en el punto de reunión.
La verdad es que no me asustó tanto que nos llamaran por megafonía, como ver aquel video. Sin mucho éxito, traté de buscar informacion desde mi dispositivo. Pero había gastado ya los datos y no conseguía entrar en ninguna página. Cuando llegamos al punto de reunión, pude observar como fuera de la Fábrica había mucho movimiento de Guardia Civil y Policías Nacionales. Aun no podía entender como una simple gripe movilizaría a tanta gente.
- Buenos días, -comenzó hablando un señor al que no conocía, vestido de traje y corbata.- Mi nombre es Bartolome Aguado, y soy el Teniente Alcalde. –se rascaba nervioso la barba de pocos días y descuidada- Al igual que estoy haciendo en todos los centros de trabajo de La Villa, me dirijo a ustedes para informarles de que El Presidente del Gobierno junto con el Rey, han decretado toque de queda en todo el territorio español. Es decir, a partir de las diez de la noche, ningún civil puede transitar por la calles. Debiendo quedarse en casa hasta las ocho de la mañana del día siguiente. El motivo, como muchos de ustedes ya sabrán, es erradicar el nuevo virus de la gripe. Se han registrado, solo en nuestro país seiscientos diecisiete casos. Rogamos a todos la máxima colaboración. Para terminar, hemos llegado a un acuerdo con el gerente de la planta, de suspender la actividad hasta que el riesgo de contagio sea nulo. Os dejo con el –dio un paso para atrás, apoyando su mano sobre el hombro de Fernando.- que os dará las indicaciones oportunas.
Con cara de muy pocos amigos, Fernando carraspeo y comenzó su discurso.
- Dadas las circunstancias, ruego a los operarios que aún permanecen en planta, que terminen los procesos de fabricación. Una vez lo hayan hecho, podrán irse a casa. El personal de mantenimiento, deberá quedarse a preparar la planta para ser suspendida hasta que podamos reanudar la producción.
Por un momento, noté como dirigía su mirada hacia mí y sonreía levemente. Al permanecer al departamento de mantenimiento, sabía que no podría volver a casa tan pronto. Enseguida me apresuré y llamé nuevamente a Paco. Seguía sin contestar, y Fernando tenía su ficha en la mano. Por lo que era seguro que en cualquier momento, me caería una buena bronca. Al llegar al taller, monté mi carro de herramientas y me dispuse a realizar lo que nos habían pedido. Tras una hora, mi estómago solicitaba que lo alimentase. Pero no quería darle el gusto de arrastrarme y pasé totalmente de pedirle permiso al jefe. Así que sin cortarme un pelo, me acerqué a la máquina de sólidos y comí un par de sándwiches. No se acercó a mí, a pesar de verme. Le noté algo más preocupado que de costumbre, y no paraba de hablar por teléfono. Cuando todo el equipo de mantenimiento dimos por finalizada la tarea, eran casi las nueve de la noche. Por lo que me apresure a cambiarme y llegar a casa antes del toque de queda.
Por donde quiera que pasaras, se notaba el nerviosismo. A pesar de encontrarte con patrullas en cada calle, no me sentía seguro. Al contrario. Cuando por fin guardé el Ford en el garaje, pude respirar tranquilo. No le temía a la gripe, temía más todo el desorden que conlleva. Por la mañana me desperté tarde. Quité el despertador para poder descansar bien. Como era costumbre, mi café no podía faltar. Fueran las cinco de la mañana o la una del mediodía. La televisión era todo lo mismo. La gripe por aquí, el toque de queda por allá. Un puro aburrimiento. En mitad de una película, la conexión a internet falló. Eso me enfadó mucho. Al principio pensé que era el router, sin embargo pronto me di cuenta que era general. En la sobremesa, siendo las tres de la tarde, decidí pasarme por el bar. Pronto me quedaría sin tabaco y me apetecía tomar el aire fresco. El camarero enseguida me atendió. Tomé un café y una copa de ron con hielo. Pero el silencio era abrumador. Cuando no podía ser más insoportable, pagué. Al salir, me encendí un cigarro y observé a un individuo que subía la calle. Aún estaba lejos, pero esos andares me eran familiares. “Otro borracho” pensé. Un chico de no más de veinte años andaba por la misma acera pero en dirección contraria al borracho. Tenía puestos los auriculares. El borracho debió decirle algo, y el joven no parecía escucharle. Así que el borracho se abalanzó contra el muchacho, que trataba de quitárselo de encima. Segundos después, el borracho le mordió fieramente en el brazo hasta arrancarle un buen pedazo. Me quede ojiplatico sin saber qué hacer. Ni que decir. El grito que dio el joven, hizo salir a varias personas de sus casas, así como al camarero detrás de mí.
- ¿Qué pasa? –me preguntó sin saber dónde mirar.
- Ostia puta… -logré pronunciar.
El camarero, por fin, logró averiguar de dónde venían los gritos. A parte de los aullidos del joven, se sumaron al de algunas mujeres mayores que salieron a cotillear. La escena estaba siendo de lo más grotesca que jamás vi. Mi cigarro se consumió, sin ni siquiera darle una calada. Cuando me quemé los dedos, salí de mi trance y pude ser consciente de la realidad. El borracho seguía mordisqueando al joven, que ya no emitía sonido alguno. Ni se movía. Cuando notó que había más gente a su alrededor, se lanzó contra la persona más cercana que tenía. Un anciano que trataba de darle golpes con su bastón. A decir verdad, era el único que le echó cojones y trató de socorrer sin éxito al joven. El anciano forcejeó con el borracho fuera de sí y con sangre por toda la cara y cuerpo. Di varias arcadas al verlo un poco más de cerca. El borracho por fin logró tirar al suelo al anciano. En ese momento me di cuenta de que el camarero se acercaba con un palo de madera y trataba de golpear al borracho. Todo eso junto a varios insultos que no surtieron efecto alguno. Cuando al fin llegó una patrulla de la Guardia Civil, el borracho ya había tumbado a cuatro personas más, camarero incluido. Todos permanecían en el suelo, sangrientos e inmóviles. Rápidamente, me fui acercando a la verja de mi casa, sin dejar de mirar hacia atrás. El murmullo era atronador. La gente gritaba y lloraba. Justo después de entrar a mi casa, escuché por primera vez en mi vida, los disparos de pistolas de verdad. Me acojoné tanto, que bajé persianas y cerré a conciencia las ventanas. Ni que decir, que las puertas del exterior con dos vueltas de llave. Aun así lograba escuchar los gritos, y de seguido varios disparos. Parecía que se calmaba la cosa, cuando de repente más gritos y otros dos disparos. Esta vez estaban más cerca de mi puerta. Pero poco a poco, fueron alejándose. Era aterrador escuchar los lamentos de aquellas mujeres mayores y los gemidos de otras personas de las que no distinguía su sexo. Subí hasta el piso de arriba. Desde la habitación que acomodé como de invitados, podía ver parte de la calle. Mi corazón dio un vuelco al ver el rastro de sangre y cuerpos tirados por el suelo. Enseguida volví a bajar la persiana. Apagué todas las luces y me acurruque en el suelo. Cerré los ojos con tanta fuerza que me dolía la cabeza, pero no quería mirar.
Noté cuando me quedaba dormido. Di un cabezazo y me desperté. Era de noche ya y el jaleo de la calle había cesado. Baje hasta el salón con la única luz que desprendía mi móvil. Mi curiosidad hizo que levantase la persiana de la cocina. Única ventana que permite ver la calle desde la planta baja. Las farolas aun emitían luz. Pude ver como tres personas vagaban por la calle. Caminaban como aletargados. De pronto, apareció un policía corriendo y disparó a quemarropa a los tres individuos. Retrocedieron, pero ninguno se desplomó al suelo. No soy médico, pero creo que si me disparasen, como mínimo me tiraría al suelo. El policía, al darse cuenta de que no sirvió de nada, volvió a repetir la operación. Los tres individuos emanaban sangre por todas partes. Se dispusieron a atacar al policía. Que en ese momento, trataba de recargar el arma. El primero en llegar hasta el policía lanzó los brazos hacia los hombros del policía. Con un movimiento ágil, lo evadió. Pero los otros dos llegaron desde posiciones distintas, rodeándolo. Trataba de zafarse de ellos. Los golpeaba con puños y patadas. Siempre volvían a atacar al policía. El más bajo de los tres, consiguió agarrarle el brazo izquierdo. Acto seguido le mordió. El grito de dolor que emitió, pareció dolernos a los dos. Pues mi reacción fue tocarme mi brazo igual que él. No recuerdo si emití algún sonido, así que ante la duda, me aparte de la ventana por si acaso. Ninguna de las películas de terror que hubiera visto antes me dio tanto miedo como aquello que estaba viviendo. Cuando me armé de valor para seguir mirando, la cara de uno de esos agresivos me asustó. La tenia pegada al cristal de mi ventana. Tropecé y al caer para atrás me golpee la cabeza contra suelo.